Se sentía tan sola... El llanto comenzó. Paso por su primera instancia, la de aguantarse la respiración agitada, la de tocarse el pecho aprisionado dentro de la pequeña caja toráxica... la de no poder pensar en nada... sólo un impulso la deja llorar... solo fuerzas para llorar...
Miró hacia su alrededor: paredes que lloran sus penas... y el cuarto se veía tan triste... que comenzó a inundarse de ese llanto que ya era grito en medio de la nada. Rio salado de lágrimas de soledad.
El río crecía junto con el malestar y los latidos se le escapaban del cuerpo, tan frío y ardiente por culpa de las malditas lágrimas que salían como baldazos de sus pequeños ojos hinchados. Y crecía... crecía...
Los vidrios estallaron como aquellas bombas del `82, su cama comenzó a flotar montada a la corriente de aquel río salado, sus muebles lloraban de espanto entre el miedo de todo lo que estaba ocurriendo y de la tristeza contagiada por esa niña llorona.
La corriente saltó con furia la ventana sin vidrios formando una catarata de agua tibia e inquieta. Su cama ya se convirtió en su balsa...
Recorrieron las calles de asfalto y la correntada era muy brusca, la balsa tambaleante esquivaba autos y personas, no se detenía en los semáforos... ya no había tiempo para eso. Mientras todo lo normal ocurría, la niña llorona seguía inundando la ciudad. Esa aventura no le bastaba para alejar su tristeza, para dibujar una sonrisa en su rostro... la ciudad salada... y la gente apurada, no se detenía a mirar la correntada de lagrimas que pasaba por la vereda de sus casas...
Entonces siguieron camino... ella no tenía idea de donde estaba ni hacia a donde iba... solo podía llorar y gritar a los oídos sordos de aquellos extraños. Y penetraron en el río... sucio, apestoso quizás... y siguieron... desembocaron en el Atlántico... la soledad parecía acompañarlos. La llorona y la cama-balsa ya no recordaban por qué estaban allí... pero se sentían bien. Entonces ella se recostó.
Al abrir los ojos sintió un suave aroma a libertad. Su balsa estaba quieta, como enterrada. Se levanto y descubrió esa playa, esa arena tan cálida que hacia cosquillas en sus pies! Era el lugar perfecto.
Comenzó a caminar hasta que el sol cayó. Se detuvo a mirar las estrellas de esa noche despejada. Una estrella fugaz iluminó sus ojos... se acerco al agua del mar, se asomó un poco temerosa de lo que iba a reflejar ese mar... y de pronto vio a una nena... una nena que sonreía. Y sintió en sus dientes la brisa de la noche... ya no recordaba esa sensación al reírse... hacía mucho que no reía... pero esa noche ella sonrió.
Se recostó cansada de la caminata diurna, su cabeza se acomodó haciendo un hueco en la arena... sus ojos se cerraban... (se cerraron YA).
El despertador sonó con mucha potencia. Las 8:00 de la mañana. Me levanté, me miré al espejo tratando de distinguir esas figuras borrosas hasta que me di cuenta que era yo. Me lavé la cara, hice toda la rutina de las mañanas y salí hacia la escuela.
Ese día no me di cuenta que ya no lloraba...
|