EL LOCO DE SAN PEDRO
Jhon hairo pidrahita 1980-1999
Mariela Gomez 1913-1979
Gonzalo jaimes 1890-1959
Rómulo Villa 1945-1997
Ustedes son mis nuevos amigos. Hoy me gustaría saber qué les deparó el destino.
Dentro de este sitio hay mil historias, tantas como nombres y fechas, tantas como epitafios profundos y frases cursis. Dentro de este sitio están los últimos recuerdos de vidas que terminaron, de vidas importantes, malgastadas o aprovechadas, de héroes o villanos. Ahora no son más que polvo y desperdicios. De algunos, ni siquiera eso queda. Todos me cuentan sus historias, oírlos es mi trabajo. Soy quien evita que el olvido llegue al cementerio, soy quien impide que todos desaparezcan, soy quien no permite que se olvide que fueron importantes, que fueron.
Hay noches en que logro hablar con cinco, hay noches que se vuelven meses hablando solo con uno. Hay vidas aburridas que me cuesta escuchar, hay vidas fascinantes para las cuales lamento que haya habido un final, pero hay otras que sin ser especiales se constituyen en los mejores relatos, y parece que la muerte es algo que completa la existencia.
Ya que conoce mi trabajo, voy a hablarle de ese día. Como siempre, esa noche me senté en un pedestal en el centro, encima de la tumba de un político importante que no habla conmigo porque dice que soy muy poca cosa para él, que no me necesita porque hizo tanto por el país que siempre será recordado, yo no le digo nada, ya con muchos me ha pasado que son ellos quienes acuden a mi cuando sienten que van a desaparecer. Era una noche inusualmente caliente, en un mes entre tantos, no recuerdo los nombres de los meses, el tiempo para mí es algo muy distinto que para usted, pero sí recuerdo que esperé un rato mas largo de lo usual a que alguno se manifestara. De pronto sentí su voz, era muy diferente a la suya o la mía, era una voz dulce pero con un toque de autoridad, parecía una mujer, pero realmente no se podía definir el género de quién me hablaba, yo lo saludé como acostumbro “paz en tu tumba, te escucho” y la voz me respondió repitiendo lo que le había dicho, este gesto me pareció extraño, nunca me habían respondido así, generalmente cuando profiero mi saludo, ellos empiezan a contarme lo que fueron, o lo que quisieron ser y como siempre, al día siguiente yo me encargo de poner en el periódico un pequeño clasificado con el nombre del difunto, “Jorge mario Gonzalez los recuerda”, era lo que había hecho durante todos estos años, esta respuesta cambiaba mi rutina y cuando se tiene una costumbre tan arraigada, cualquier cambio, por insignificante que sea te pone a pensar mas de lo que se quisiera.
Entonces lo recordé. El sonido estridente del caucho dejando su negra huella sobre el pavimento, la expresión en el rostro de la señora al otro lado de la calle, la paloma a mi lado que alzó vuelo asustada y ese monstruo de acero que se volcaba sobre mi. Muerte instantánea es el término médico.
Lo comprendí. Ahora era a mi a quién correspondía hablar.
Así que dije: Yo solía escuchar. Nada mas. No pude decir nada mas. Cuando lo intentaba, cuando pensaba en mi niñez, en un momento que no fuera en el cementerio o en la oficina de clasificados, se confundían mis recuerdos con los de los muchos muertos que había escuchado. Así que me percaté de la gravedad de mi situación. Era un fantasma sin recuerdos. Eran un fantasma sin quién me recordase. Solo los muertos, que no tienen memoria porque esta queda en el cuerpo cuando morimos, y tal vez la señorita de los clasificados, o el rondero del cementerio, pero seguro en poco tiempo mi recuerdo se borraría de sus mentes. Fue cuando se me ocurrió la idea. Fue cuando pedí ayuda a la persona de la voz. Fue cuando él escribió el relato que ahora lee.
Soy el loco de San pedro y los recuerdo.
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