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I.
Hundimos el hocico en los cojines, nos quedamos dormidos.
Asqueados de la siesta, vimos manchas; despertamos como ciegos,
como desnudos en el pavimento.
Nos dieron arcadas de tanto eructar, de tanto masticar el sueño-la abulia. Decidimos desvelarnos en la noche, como seres normales;
exiliarnos a los bares y abofetearnos, lanzarnos vino en los ojos.
II.
Nos desnutrimos, nos dislocamos la espalda.
Acalambrados, tuvimos puntadas en el culo.
Nos desvestimos, nos oscurecimos
y nos dolió la condena.
(Nos refugiamos en un antro, en el zumbido del silencio) .
III.
Nunca hablamos por los codos, ni prendimos antorchas en la noche.
Aceptamos nuestra esfera: burbuja húmeda y precoz.
Entumecidos, hicimos fogatas: llamas nimias e insolentes.
Vislumbramos un rezago, una idea vaga y fugaz.
IV.
La costumbre de perder, de acicalarnos las uñas.
De mirar el techo y gemir bostezos patológicos.
De sopesarnos, de cubrirnos con papeles y halagos.
V.
Ni ánforas ni mausoleos, el poeta será tierra.
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Texto agregado el 09-09-2005, y leído por 190
visitantes. (3 votos)
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Lectores Opinan |
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16-02-2006 |
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qué principio, y qué final, y que genial. ccrroonnooppiioo |
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