Ese loco que disfrutó perdiéndose en Berlín.
Que giró su alma al oeste
y apareció con un sombrero de luz.
Ese ingenuo que escapaba de la ciudad
porque creía, el idiota, en los masajes del campo.
Vuelve a verme distorsionado
en un vaso de vino barato.
Como antes,
cuando tenía el cabello largo
y, yo, el ego corto.
Cuando creíamos que administrábamos la llave del cambio.
Y ahora nos decimos:
“Tuvimos miedo de ver nuestras crisálidas”
Tan poetas,
tan jóvenes.
Locos.
Uno brillante, otro…
Otro en otros lados.
Cada uno con su pan,
sin suplicar ni regatear el precio.
Ese loco.
Este loco.
Perdidos en el ombligo de una noche coja.
Texto agregado el 09-09-2005, y leído por 141
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Lectores Opinan
23-10-2005
que profundo sentir. ***** xiluna-simena-resucitada
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