Su boca en un grito, sus ojos desorbitados, sangre de tu sangre derrámala y mancha mi piel. Bebe mi vida y arráncame el pellejo, observa el puente libre; es este y se esta cayendo al paso firme que se encuentra dentro de los manantiales que purifican la sangre; sutil caricia que rasguña mi piel. Ojalá que la desesperanza sea el alimento perpetuo que permanezca sobre el arena, que vuele con el viento. Y aquí yace aquel el cual su nombre ha sido escrito en agua que se pierda, que se hunda en las profundidades abismales de los ángeles ciegos, de los demonios mudos. Venga mi sangre, purifica mi vida, vende mi alma, compra mi cuerpo. Hemoglobina antagónica, rareza superlativa que se traduce al mensaje lunar que cubre en un velo de satín violeta a el cuerpo que he mutilado, buscando la respuesta a mis plegarias malditas.

Sufre una muerte amorosa, inerme entre las paredes de mi piel. Será tu cuna, será tu celda que se hará mas pequeña al respirar y aspirar el polvo de acero que se ha visto entrelazado con las fatídicas moralejas de la locura emancipada.

Ansia, hambruna; eso es lo que busco, lo que padezco al sentir el frío que envuelve este cuerpo decadente que se consume con el paso de la rareza azulada; visión maldita de la viscosidad que se asocia con la plegaria que se ha perdido en el infinito de tu voz.

Sacrifica tu pureza y raspa los huesos que te encierran, escapa y huye. Extiende esas alas de demonio.