“La belleza es la forma que el amor le da a las cosas” Pascal

Cada sonrisa tuya es un afilado cincel que resbala despiadado en mi piel, en su descenso vas calando en carne y alma la forma que tu amor precisa de este bloque de sensaciones en el que tus implacables y voraces caricias me han convertido.
Con cada beso que imprimes en mi piel la inevitable fuerza de tu voluntad vuela de rincón en rincón entre mis espacios, estrellándose donde su caprichoso gusto lo ordene. Ello tan solo con el fin de hallar el calabozo de este fatigado prometeo que encadenado aguarda ver rotas sus cadenas con el fuego de tus besos, que tocan y que transforman.
Con la pasión con la que me tocas cae cada pedazo de mi imperfección, y donde queda su vació se avizora que lo antiguo puede ser nuevo tantas veces como quieras con tan solo el poder de tu deseo.
Puliéndome lento en la seda de tu propia piel, vas dejando en mi el suave aroma de quien suda miel en el camino hacia la perfección de su amor. Barres con tus cabellos mis lágrimas y al abrirme los ojos me dejas ver que era menester haber muerto a mi mismo para ver tu belleza escrita en mi piel.
Si vieses como me trabajas, si entendieras que me tallas en la inocencia de quien no sabe que al seguir puliendo no solo creas vida, sino que también duplicas un trozo de tu propia alma exteriormente.
Te deseo tallada en mí tantas veces, que aunque llegues a reducirme a una minúscula expresión pueda morir de fragilidad, pero en la fortuna de tus manos. Porque te beso sin que lo sepas en cada roce y me pierdo en tus abismos al sentir la perdurable dulzura y tierna mirada que anidas día a día en mi.
Mi insondable mar de deseo, imprímete en mi ser tantas veces como tu antojadizo ser lo demande, cambiame según tu querer, porque me es indiferente que transformes este pedazo de roca y carne en un grifo o me lleves a la compasiva imagen de un sátiro solitario… pero si tan solo lo hicieras en el sendero de tu apetito
Así resbalando en cada rincón de mi piel crearas cielos y destruirás memorias. Así en tus manos naceré y moriré tantas veces, que jamás podré saber que fui de mi en el día anterior. Así seré tuyo una y mil veces, pero tan solo aceptare esa fortuna si es por el brillo de tus nacarados dientes, por la furia creativa de tus besos y por el regenerador barniz del terciopelo de tu piel.