Otra vez como ya es costumbre
mira al espejo su horrible cara
sin esperanzas babeado sonrie
como engañando su inerte alma.

Sus manos sucias yacen manchadas
de roja sangre de otro mortal
que en su navaja encontro su suerte
horas mas tarde le han de enterrar.

Sumó otra vida para su lista
crece su pena tras de la nota
la droga burda que aún le domina
no es suficiente, su alma se agobia.

Pero, ¿Cual alma si ese es un perro?
vil asesino sin corazón
que siendo humano solo disfruta
derramar sangre sin compasión.

Hasta los canes son ofendidos
no cabe alguna comparación
con aquel moustro de los infiernos
que ofende al hombre y a su creador.

Y se relame la fria hojilla
gotea la sangre, siente su olor
brillan sus ojos, su pecho arde
vibra extaciado, siente escozor.

El llanto salta hacia sus mejillas
tiembla, maldice, grita y se espanta
pues del espejo sale una mano
le toma al cuello, quiere venganza.

Ojos le miran, manos le toman
desesperado intenta huir
su condición no se lo permite
y tras caerse, siente morir.

La misma daga que ha usado antes
para enterrarla sin compasión
a su otra victima en la mañana
ya le penetra en el corazón.

Sonrie de nuevo pues lo ha logrado
es el momento de redención
los que ha matado le han perdonado
siente que tiene liberación.

Corre su sangre hacia el inodoro
tal como corren las aguas negras
y el asesino cree que ha lavado
sus malos pasos y su conciencia.

Al otro lado de oscuro tunel
otros esperan para cobrarle
que con sus vidas haya acabado
de tal manera vil y cobarde.

Atayo