– ¿Desde cuándo estas en esto?
–Eso qué importa, tú no me vas a sacar a vivir o si, además, prefiero olvidarlo.
–Solo quiero hablar de algo, escucharte.
– ¿Para qué? ¡No seas novelero!
–Cuéntame.
–Tu no eres García Márquez, y además yo no vivo de eso.
–Oye, tú eres literatura, además sería bueno para...
–Sensibilizar, yo no quiero lástima.
–Pero la das y seguro te gustaría ser comprendida.
–Allá tú si piensas eso; ¡yo me entiendo!
– ¿Desde cuándo no vas al pueblo?
–Voy a esperar a diciembre.
–No hay billete suficiente...
–No, pero quiero que se olviden de mi cara por un tiempo, la última vez tuve que....
–Sigue, ¿qué te ocurrió?
–Nada, ya te estaba contando.
–Bueno, pero ahora vistes bien.
–Algo da este negocio, si ahorras un poco.
–La ropa para mí no es importante, me gusta vestirme con swing, pero sencillo, sin tanto brillo, no me...
–Tú también te disfrazas.
–Sí, y no me mires as¡, tú también quisieras vestir bien, como el hijo de..., a todos nos gusta.
–Me gusta como visto -"Aunque no me vendría mal otro jeans"- piensa en voz baja.
–Te engañas, ni tú te lo crees. Eso de la sencillez está bien para millonarios, para artistas, pero tú, claro: como escribes versos y cuentos, te escudas con eso, pero la verdad es que tú también te escondes.
–Pero no me vendo, me gusta la verdad, la sencillez. Hay cosas más importantes dentro del hombre, lo que pasa es que el mundo está lleno de torpes.
–Te pusiste bravo, deja eso ya.
–No estoy bravo es..., yo intentaba defenderme, pero no de ti, de verdad...
(“De verdad que eres raro, viejo! A veces creo que te gusta estar triste; aunque viviendo en este apartamento que debe ser tan viejo como el Capitolio Nacional, lleno de retratos, libros y ese maldito olor a jazmines que entra por la ventana y me recuerda a los días de muerto, es difícil no tener los ojos que tienes.”)
–Oye, no tienes miedo coger el...
–Me cuido, además sin preservativo ni pío...
–Te importan mucho los demás.
–Mira, es algo complicado; a ti la ropa. Los seres humanos siempre somos vanidosos, yo quisiera que todos o la mayoría me conocieran por lo que escribo. Que dijeran: ese que va ahí es..., escribió tal poema, o me encanta cómo escribe..., es tan... ("Ser famoso, coño, no jinetera").
– ¿Eso es vanidad?
–Es mi vanidad, es feo sentirla mucho, pero no lo niego.
–Pero un poquito no ("Todo el mundo lo es"). Tú me gustabas desde hace tiempo.
– ¿Sí?
–Antes yo salía al parque y me daba rabia.
– ¿Qué cosa, el aburrimiento?
Dionisio me evitaba. Ahora en tiempo de pruebas fingía quererme mucho, pero los sábados huía; si acaso me hacía una seña. Hubo veces que me sentía muy fea, más pequeña que una enana y en los ojos de los otros había burla. Se reían de mis zapatos. Lloré muchas veces, a mí también me gustaban los tenis, mucho, pero mi mamá siempre decía que eran caros ("Y era verdad, para ella sí...").
–Cuando estaba terminando el bachillerato tuve un amante. El primero. En esa época todo cambió, todas las muchachas estaban a mi alcance. Tenía más amigos. Hasta creo que fui popular en la escuela. Empecé a crecer por dentro. Ahora sé que solo lo que nos duele nos enseña... ("¡Será mía esta frase!").
–Hace un rato, cuando dijiste que me vendía, hablaste como la vieja.
–Tu mamá, ¿ella no acepta como eres?
–Al principio lo negaba, me escondía, se estaba defendiendo. Aún quiere reivindicarme, a ella le importan más mis hermanos.
–Pero ella lo hace por prejuicios.
–De cualquier manera uno debe aprender que contar con los hermanos es una pérdida de tiempo ("Mi familia tiene zapatos gracias a mi culo").
–Sí, hace tiempo me daba pena ser yo, pero me di cuenta de que si no soy yo mismo; seré uno más de los otros perdidos,
–El resto solo se fija cuando eres diferente. ¡Mira yo!
–Por eso las personas necesitan tanta ropa y objetos. ¿A ti ya no te basta con la ropa que tienes?
–No es solo la ropa, ahora, ya no hay burla. Todos sienten envidia, algunos hasta buscan mi amistad. Envidiar trapos es malo. Recuerdo mi caso, aunque algunas me miran mal.
–Moralistas...
–Dirán que no dan el culo por ropa, tendrán otra forma, pero hay más.
–Diversión.
–Y esperanza, te evades de tantos líos. ¡Tal vez pueda viajar a otro país! Conocí a una que tuvo suerte, quizá yo pueda...
–Saltar del carrusel, pero, ¿no te gustaría casarte?
– ¿Me lo estás proponiendo...?
–No, es que...
–Bromeaba, señor escritor, no tienes que ponerte colorado.
–En serio, ¿no te gustaría?
–Como preguntas, parece que trabajaras en el Dane, chico.
– ¿Te gustaría o no?
–Hace tiempo creí que ya era la hora, pero no sirvió. Ahora me alegro, ahora sé que hay otras cosas y quiero vivirlas. Tú no sé, pero yo me iré del país.
–Por culpa de los otros te vas a ir.
–Tal vez me muera aquí, pero no voy a envejecer igual que mi madre.
–A veces creo que andaré con la cabeza brillante o llena de canas, caminando por las mismas calles, diciendo aún que me voy, por el parque
("París es el lugar perfecto para morirse recordando el aire dulce de la caña y el rumor lejano de acordeones"); ya no aguantó más, y todavía entonces me estaré quejando que estoy solo. Pero aún tendré ese miedo visceral de estar sentado leyendo algo, mientras alguien que solo prefiero recordar como era, veinte y tantos años atrás, Después de todo es natural hacer una familia y sustituirse con los hijos. A esa altura de la vida quizás uno descubra que el amor es solo una cruel estrategia de la naturaleza para preservar la especie; por eso me da miedo constituir una familia. Me haría falta responsabilidad, y esa se paga con libertad. También dicen que es triste rendirse y estar solo ("Solo, todavía en la oficina, encorvado de tantos números y jefes").
– ¡Oye!, es verdad que tienes una poesía, qué discurso para decir que tienes miedo de hacerte viejo.
– ¿Tú no? ("Juventud, divino tesoro, será verdad que te has ido para nunca más volver. Pobre Yo").
–Yo también, pero qué se le va hacer, tú crees que alguien se casará conmigo sabiendo lo que fui, cuando tenga deseos de tener un hijo lo tendré, y voy a tratar de darle todo lo que pueda. El hombre, lo más seguro es que lo encuentre más tarde, quizás hasta mucho mayor que yo. Los viejos, con el pretexto de aprovechar lo que les queda se deshacen de orgullo y buscan compañía; mientras tanto seguiré luchando, o si todavía estás solo, vengo a buscarte.
–No te burles, tú lo dices todo muy fácil, pero...
–¡Tú quieres que me eche a llorar! Sé que es triste. Tal vez alguna noche me den ganas de explotar, o vuelva a sentirme menos que las otras mujeres, porque ya tienen hijos y un marido para todo. Hay rutinas que son grandes para la gente, pero yo tal vez demore en tenerlas y alguna noche no tenga ni una camisa o un calzoncillo para oler, y lo extrañe. Uno lucha y lucha, y al final hay algunas cosas que solo son para otros.
–Sí, a veces paso tiempos largos sin acostarme con una mujer que me inspire, que sea distinta, no es a todas las que siento deseos de ver otra vez, o de decirle te quiero. Y tengo amigos que les sobran las mujeres interesantes y las dejan ir.
–Pero a todas le haces una poesía.
– ¿Quién te dijo eso? ("Una poesía... así dicen los profesores de Cultura").
–No recuerdo quién fue, pero me lo dijeron y fue una mujer.
–Poemas que son puros ejercicios; algunos salen solos ("Las mujeres fueron hechas para el chisme. Quizás hasta me creen maricón, putas...").
–A mí me harás una.
– ("...pero esta sabe que no. ¿Qué?... ah"). Tal vez, eres una experiencia nueva para mí.
–Porque me acuesto con muchos y luego trato de olvidar sus rostros, a veces descubro sus caras en la pacotilla que me dieron.
–Para un hombre sería más fácil, ¿no?
–Lo mismo, eso depende de uno, lo que pasa es que sigo siendo la pueblerina que al final no podrá lograrlo todo.
–Te sientes mal a veces.
–Cuando empecé, fue, no sé... ("Siento asco de todo"). No es fácil. Muchos creen que todo es un vacilón, pero a veces fastidias mucho, aunque a nadie le interesa, solo a mí, si es viejo, gordo o si tiene mal aliento, porque abrazar a uno no es tirarse un regalo perfumado, ¿es? Igual no tuve muchas alegrías cuando todavía estudiaba. A veces ni sé si siento placer. Con tragos me sale todo mejor. Lo que tengo no ha sido barato..., si alguien te publicara lo que escribes a cambio de tu cuerpo, ¿también te acostarías, fueras puto?
("Vaya muchacha esta, sí que piensa y habla...")
– ("Vaya... lo jodí ). ¿Dime...?
–Bueno, tal vez no somos tan diferentes.
–Yo creo que no..., cada cual fabrica su sueño con lo que tiene. ¿Quién juzga? Todos nacemos para algo. Así decía mi abuelo.
–Eso parece poesía.
–Si tú lo dices. Mira, para mí están los de arriba que son los que tú sabes, los del medio son los que tienen familia allá y los otros, y los del fondo somos putas y putas.
–Poetas y escritores, una pandilla de locos tratando de hacerse escaleras.
–Ahora les gusto más a los hombres, yo los disfruto. Ellos son los que me dan lástima, recupero parte de lo que perdí cuando no...
–Los atrapaba el brillo de tus trapos, tu perfume...
–Tú también eres uno. Bajo la ducha sé que soy la misma que antes ignoraban.
–¿...? Claro, todos tenemos un precio; tú te vendes, yo te compro, yo me vendo y tú me compras. Eso es la vida en verdad.
–Eres buena gente, pero muy novelero.
–Ya lo sabía, toda la vida me lo han dicho, a veces pasé malos ratos por ser tan noble, pero al final no me arrepentía. Me gusta saber que la gente confía en mí. Hubo un tiempo que creí que debía ser cura o pastor. Siempre fui el consejero de mis amigos. Yo creo que tiene que ver con que desde pequeño escuché con atención lo que decían los viejos, me gusta aprender... ¿Por qué miras tanto el crucifijo?
– ¿Tú crees en Dios?
–Ami manera, sin prohibirme nada. Dios es libertad y hay que llevarlo dentro de uno, así uno sabe qué hacer... ("Mi abuela María Antonia nunca fue a una iglesia, y no sé si supo antes de morir que fue una buena cristiana").
–Yo respeto esas cosas, pero si Dios existiera, tendré que pagar mis pecados. Yo estaría de parte de los otros (“También me...”).
– ¡No! Estaría de tu parte, te perdonaría. La vanidad es la que corrompe a los hombres. Cuando tú y yo no ambicionemos cosas banales, entonces nos daremos cuenta de todo.
–No te entiendo mucho, pero me gusta oírte hablar, me siento..., ¡vaya, que tú me comprendes! Es bueno hablar. Tener algo que decirse después de acostarse. Hay tipos que me han hecho sentir mal, cuando acaban se quedan mudos, se visten y se van, o se duermen, y a una se le hace un hueco en el pecho, porque solo te usan para quitarse los deseos y uno a veces quiere oírles decir cualquier bobada. He estado con otros que no, que les gusta que los acompañe..., ¡una mujer no es una cerveza, nojoñe!
–La compañía siempre es mejor, la soledad no termina junto al deseo. Uno puede ya no tener deseos y necesitar una caricia, que te digan que no estás solo. Lo espiritual es lo que más llena, lo que consuela. Por eso cuando uno tiene problemas le hace falta cerca un amigo, alguien para confiar. Ahora mismo me siento mejor que hace un rato. Ahora te conozco, o nos conocemos mejor. Cuando dos personas admiten que están solas, en ese mismo instante comienzan a hacerse compañía. Por eso tenemos que vernos de nuevo.
– ¿Te gusté? ("Mira, viejo, tú y yo no debemos enredarnos mucho").
–Te disfruté, eres una buena historia ("¡La puta y el poeta! Sería un escándalo local... ¡un escándalo poético!").
– ¿Te publicarán?
–No sé, no importa mucho.
– ¿Entonces para qué la escribirás?
–Tu verdad no es solo tu nombre y algún día hará falta toda la verdad del mundo, y este cuento va a servir. Por ahora lo bueno es escribirlo y listo.
–Será también para los otros.
–Pero mientras no lo entiendan, esta verdad será solo nuestra.
– ("¡Y te morirás de hambre con ella! ¿Para qué carajo sirve la verdad si solo está en papeles?") ¡No vayas a encender la luz!
– ¿Pero por qué? ("¿Y qué recato puede quedarle a esta?").
–¿...? A lo mejor ni hay.
– ¿No? ("Una mujer desnuda en lo oscuro, tiene luz propia..., ¡verdad que sí, Benedetti!").
–Bueno... ("Que me vea, ¡pero!, no vayas a excitarte. Tiene las manos tan suaves").
–Eres una mujer diferente, pero te pareces mucho a las otras...
–Y tú a los hombres.
Tú y yo también somos los otros.
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