Hoy leyendo me encontré con la palabra “cama” y me puse a pensar en las camas que me han cobijado durante mi vida. No cuentan las de los hoteles o pensiones o las de las casas de los parientes.
1.- De la cama de mi niñez y mi adolescencia no recuerdo alguna característica especial, sólo momentos: los cuidados de mamá cuando estaba enfermo, la compañía de los programas de radio, los momentos de fantasía y las silenciosa complicidad de mis manos con mi firme despertar.
2.- De la cama del internado, el catre no era mío, sólo el colchón, las tapas y las sábanas que tenía que acarrear a casa todos los fines de semana, para volver con un juego de limpias.
3.- La cama de mi primera vez fue la de la nana Carmen, en la que no alcance a disfrutar, ni a aprender mucho, nos descubrieron y a mi primera generosa amante la despidieron al otro día.
Entre la cama de la nana y la de mi primer matrimonio no hubieron muchas ni tampoco tuvieron importancia.
4.- De la cama de mi primera mujer y mía también, recuerdo el día en que la fuimos a comprar hasta su ultimo día en que la desarme, al año después que ella nos dejó. Los recuerdos son tantos que no caven en esta página, sólo puedo decir que fue el cobijo del aprendizaje del arte de hacer el amor. Fue el nido de las penas y alegrías, de las conversas de las razones y las sinrazones, el nido de los despertares amargos y los felices, de los momentos de regaloneo de nuestros hijos. Me acosté en ella durante largos 35 años.
5.- Tu cama, en la que se desparraman las estrellas, la que trajiste a nuestra casa, con la que reemplazaste la nueva mía, para así borrar cualquier recuerdo y marcar tu territorio. Nuestra cama en la que hemos recreado hacer el amor, como si todo fuera por primera vez, pero sin temores ni urgencias. La que te esmeras en tenerla siempre hermosa, como hermosa te encuentro cada vez te hallo desnuda entre sus sábanas. Espero que esta sea mi ultima cama, como tu, el ultimo amor de mi vida.
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