La ciudad se deslizaba inestable, inconclusa bajo mis pies.
Cada esquina era como un capítulo que terminaba. Segmentos únicos e independientes que formaban historias diferentes dependiendo del orden que uno tomaba.
Un sol de atardecer y una suave neblina nos hacía ver como fantasmas caminando entre laberintos surrealistas, flotando y cayendo y tropezando con ascensores y casas en ángulos escherianos, escaleras al vacío y pendientes que daban a ninguna parte.
Y la música. Una guitarra afirmada desde un balcón trataba de acompañar al ritmo del mar, a los pasos de las gentes apuradas y ociosas, a los trolebuses y a las risas de los niños que jugaban a ser grandes. Unos elegantes punteos que se perdían en los cerros, en la niebla salada, daban una vuelta a la esquina y desaparecían de este mundo. Un hombre silbaba a lo lejos. Una mujer cantaba mientras recogía la ropa tendida.
Quedaba poco tiempo para que el Sol terminara de apagarse en el Pacífico y yo pudiera encontrar el lugar que andaba buscando. Porque en Valparaíso ése es uno de los secretos mejor guardados: los objetos no se ubican en coordenadas espacio-temporales, sino solamente temporales. Eso explica que la ciudad esté siempre cambiando y también explica que uno encuentre los lugares a cierta hora nada más.
Unos segundos más y estoy en mi casa.
Texto agregado el 08-09-2005, y leído por 124
visitantes. (2 votos)
Lectores Opinan
10-09-2005
Yo soy español. estuve en Valaparaíso en marzo pasado y es curioso tuve la misma sensación que describes al final al recorrer sus calles. En todo caso es una ciudad mágica y la que más me gustó de Chile. Un saludo y*S josef
08-09-2005
Yo viví en Valparaíso y sé que lo que narras no es metáfora. Excelente. zanoni
08-09-2005
Yo viví en Valparaíso y sé que lo que narras no es metáfora. Excelente. zanoni
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login