Antes de comenzar el tema que me había propuesto y al que alude el título, quiero comentarte algo.

Ayer leí en un rinconcito de la prensa que un informe de Save the Children denuncia que un 80% de las adolescentes de la capital de Liberia, Monrovia, se prostituyen para pagarse los estudios y poder escapar de la pobreza.

Una de las niñas entrevistadas indicaba que tenía que vender su sexo a cuatro o cinco hombres al día para poder ganar entre uno y cuatro dólares estadounidenses. Lo que le daba para pagar la escuela y un poco de arroz.

Según parece no es nuevo lo de la venta de sexo a cambio de educación (hay más de 60 millones de niñas en el mundo que lo hacen), lo que ha sorprendido a los miembros de Save the Children es el abrumador porcentaje.

La historia de este país africano, de nombre tan pretencioso como cínico, es casi la de un infierno continuo.

Superada la impotencia que se siente ante este tipo de cosas, indagué en la página web de Save the Children (www.savethechildren.net cosa que recomiendo encarecidamente) y descargué un informe sobre el estado de las mujeres, sobre todo las madres, en el mundo. No tiene desperdicio y plantea puntos claros para la evolución del nivel de alfabetización y educación superior. Dice cosas como que "allá donde las chicas reciben una educación, sobreviven más niños entre 0 y 5 años” o que en “los países en los que las mujeres participan en el gobierno, más chicas van a la escuela”.

Te aconsejo que le eches un vistazo; puedes descargarlo en “http://www.savethechildren.net/alliance/what_we_do/features/SOWM_2005.pdf” (está en inglés).

Después de este huequito dedicado a las niñas-mujeres-madres del mundo, vamos al tema de la columna.

En una escena inolvidable para mí de la película Cabaret, la protagonista lleva a su amigo bajo un puente y al paso del tren grita con toda su alma y le invita a que la acompañe. Muchas veces he practicado esa especie de terapia. Si uno se concentra bien, un buen alarido llega a arrancarnos toxinas del alma.

Hace poco he descubierto otra forma de pasar la aspiradora a las tensiones diarias: la escritura automática. Entendida lejos del sentido paranormal, que hoy está muy extendido, más en el sentido que le daban los surrealistas (Breton y compañía) o freudiano de la expresión, pero sin pretensiones ni complicaciones.

Lo probé a instancias de una propuesta en un foro por el que me dejo caer de vez en cuando. Funciona. Me quedé como después de un buen grito.

Inténtalo, mira la pantalla en blanco e intenta no pensar y dejar que las palabras fluyan por tus dedos. Conseguirlo plenamente debe de ser extraordinario. Te pongo un extracto de lo primero que escribí:

“Nunca hasta ahora, me había puesto a escribir sin pensar. Está muy bien porque escribo y escribo y pongo una palabra y luego otra. Amarillo y azulado. Me levanto y cuando vuelvo no tengo que leer lo escrito, sólo son palabras que van saliendo de alguna parte. Hoy estoy contento, será porque me voy de vacaciones pronto o porque había menos atasco o porque estoy escribiendo como cuando se camina sin rumbo sólo mirando aquí y allá y te ves reflejado en un escaparate y te parece que no eres tú. Y te fijas en una señora, como esta mañana, que iba fumando en su coche echando el humo por la ventanilla como una chimenea de un tren y me miró y no supe si sonreír, pero se abrió el semáforo. Vaca, vaca, vaca siempre me han embelesado los ojos de las vacas.”

Lo mismo sería una buena idea abrir un foro en plan “blog catártico”

Madrid, 8 de septiembre de 2005
Juan Rojo