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Inicio / Cuenteros Locales / Anonimogato / Negro con manchas blancas

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Todavía recuerdo el día en que la conocí. Nos dirigíamos por ese callejón oscuro lleno de momentos y pasados alegres, de experiencias y ratos con aroma a alcohol. Aquel callejón en donde muchas veces reí, gocé y sufrí, ese espacio impregnado de viejos latidos incesantes y soberbios.
Estando en medio de su recorrido ingresamos a la casa central, en esa ocasión era el cumpleaños de nuestro amigo del callejón que me había llamado una semana antes para invitarme a su casa a departir, a escuchar música y por supuesto a embriagarnos.

Desde horas anteriores podía sentir una energía que brotaba de ese lugar, una onda distinta a las que antes había experimentado, podía saborear el presagio de una inminente aparición no común.
Mi cabeza venia abrazada por una dosis de unas cuantas cervezas previas, eso hacia que mis ganas de descubrir se acentuaran con mas decisión.

Unos cuantos barrios atrás estuve visitando a Ester, tuve que hacer de tripas corazón para convencerla que iba para mi casa a dormir, que tenia sueño y que estaba cansado. No se porque presiento que no me creyó, pero quería ir solo, quería sentirme libre y no quería estar atado a ninguna cohibición. Me dolió ver su rostro triste con mi partida, pero la extraña energía me abofeteaba el corazón. Amo a Ester. A mi manera pero es así.

- lleguemos a la tienda que esta en la esquina.- me dijo mi amigo Luas. Siempre me pareció extraño su nombre. – te invito unas cervezas.

En la tienda de esa esquina conversamos de muchas cosas. me pregunto por Ester, por mi trabajo. Me contó que una señora de 40 años lo acosaba y lo obligaba a acostarse con el. Solo me quedo felicitarlo por su suerte. Reímos mucho. Al cabo de 20 cervezas le comente que nuestro amigo del callejón iba a celebrar su cumpleaños. Luas pago la cuenta con el subsidio que le daba la señora de las 4 décadas y partimos hacia ese lugar.

Ya en el interior de la casa central nos dedicamos a la extensa tarea de saludar, porque siempre son muchos, siempre la casa del callejón esta sumergida en un mar de gente, siempre los mismos, rostros alegres, otros mas bien esconden secretos, otros solo expresan indiferencia y algunos son tristes.
Nos recibieron con un cóctel de guandolo de piña y ron seco bien cargado, algo dulce para nuestras almas amargas.

- entonces que mijo, como estamos?- me inquirió nuestro amigo del callejón.
- bueno, tratando de estar bien. – conteste con una sonrisa emotiva. -Hey permíteme felicitarte por tu día.- Le dije acompañado con un abrazo.
- muchas gracias don gato-. Respondió contento y me regalo un cigarro.
- Como te sientes?- pregunte con sinceridad.
- hay veces en las cuales aunque tengas encima mil personas riendo y fumando en tu casa no son suficientes para hacerte feliz. – me contesto sonriendo.- pero estoy muy bien.
- claro.
Había buena música, las octavas distorsionadas de una canción rápida influenciaban mi ánimo y mejor decidí sentarme a descansar de la larga caminata que habíamos recorrido.

Salí a la terraza y me senté en una vieja mecedora que cojeaba, mire a mi alrededor y todos hablaban al unísono, fumaban, reían, sentían. En las esquinas de ese callejón sentados unos en el piso, otros de pie, otros en improvisados asientos, cada uno con una historia distinta que contar, cada uno con un pasado negro que olvidar.

Aquella energía me había confundido la razón. En ese espacio de momentos donde me encontraba había un algo que me incitaba a la angustia, algo que no me dejaba estar placido. Pero la verdad no sabia que era. O si sabia, pero no sabia.
Mis ojos se posaron involuntarios en un punto donde no existía espíritu, un rincón solitario de aquel callejón bañado por una luz tenue. Por mi cabeza pasaban cualquier cantidad de cosas sin sentido y además sentía como si me la estuviera apretando una mano gigante.
La energía golpeaba con fuerza, estaba esparcida en todo mi entorno y yo no hallaba la hora de palparla, de descubrirla, de hallarme frente a frente con ella y aclarar algunas cosas.

Súbitamente pude percatarme de algo, la esencia de aquella energía que me estaba atormentando. Por fin pude esclarecer el enigma. Entre la oscuridad de aquel callejón y posada en la soledad de un triste rincón se escondía con timidez un rostro angelical. Una hermosa estatuilla hecha delicadamente por manos expertas. Un tierno ente que a simple vista se veía incapaz de causar daño alguno incluso ni a mis pensamientos. Pude apreciar estupefacto que su cabello era magnifico, un conjunto de palabras brillantes con olor a belleza. Una cascada eterna con aspecto de noche profunda.
Entre sus piernas jugaba indecente un pequeño gato color negro y manchas blancas y ella a su vez respondía a las caricias del pequeño animal con la ternura que solo podría brotar de unas frágiles manos como esas.
Los segundos eran horas en ese instante, ella mantenía una conversación constante con el gato y yo desde mi vieja mecedora analizaba cada uno de los movimientos de esa tierna pareja de seres, seres extrañamente perfectos, seres extrañamente hermosos.
Me observó de soslayo. La dulce niña del gato me miro con timidez y sus labios esbozaron una pequeña sonrisa. Fue solo un pequeño intervalo de mirada. En su expresión sentí temor, sentí tristeza, sentí alegría. Al cabo de unos segundos la acometida se repitió y volvió a mirarme. Sus ojos eran grandes, eran pequeños, eran únicos, pero esta vez no sonrío. Simplemente lo hizo con valor, con decisión. Su rostro tomo una forma fría y seria. Sus ojos atravesaron los míos como una bala mortal. De repente éramos únicamente los dos, los otros presentes se convirtieron en nada, en neblina, desaparecieron para siempre. Continuaba la lucha visual. Nos unimos por medio de una mirada y tuve miedo, sus ojos me atraparon, me era imposible escapar de su yugo. Me volví indefenso por un instante. La dulce niña del gato me cautivo con sus ojos. Luego sonrío y me soltó las cadenas de la esclavitud, voltio la mirada y siguió acariciando al pequeño animal como si nada hubiera pasado. Como si fuera consciente del efecto emocional que había causado en mi interior y no le hubiese importado en lo absoluto. Como si su único objetivo fuera destrozar los ojos y los interiores de las demás personas como lo hizo conmigo.

Se puso de pie e ingreso a la casa con el gato entre sus brazos.

Todo volvió a la normalidad después de la guerra. Los demás presentes fueron apareciendo rápidamente y yo fui regresando a la realidad del callejón oscuro con una herida en la calma.

- que te pasa gato? me pregunto Luas.- estas ido.
- no, no me pasa nada. es solo que acabo de ver algo increíble.- le dije distraído. Todavía tenia secuelas de aquella batalla sangrienta.
- que era, que viste?-. me preguntó.
- seria incapaz de describírtelo, tendrías que verlo tu mismo. Esa cosa que vi acaba de ingresar a la casa. Entra y lo sabrás.

Luas entro y comenzó a hurgar entre las caras que estaban en el interior de la casa.

- no veo nada. Que fue lo que viste Gato?
- busca bien, ese algo me ha dejado lisiado emocionalmente.

Luas entro de nuevo a la casa y la recorrió por cada uno de sus rincones. Llego a la cocina, abrió la puerta del baño, dos chicas destruyéndose a besos y mordiscos. Llego hasta el patio y no encontró la razón de mi desasosiego.

- no encontré nada, no será que te echaron algo en el trago?
- no creo, esto pareció muy real. Esto es real.- Le dije mirando hacia aquel rincón.
- hey ya fuiste al baño?-. Me dijo en secreto riendo y se marcho hacia adentro.

Siendo víctima de este ataque que había conseguido que mi ánimo se elevara a niveles impensables y que me había atrapado con las redes de la angustia y la incertidumbre decidí entrar. Me arme de valor e ingrese a la casa. Fui a la nevera y me serví otro vaso de cóctel doble. Entre al baño y ya se les había sumado a las dos chicas nuestro amigo del callejón.

- que pena no quise interrumpir.- dije con sonrisa irónica.
- gato ven, te presento dos amigas. Cierto que son lindas?- dijo nuestro amigo del callejón.
- si, tienes toda la razón, son muy lindas.- me sentía extraño en ese ambiente del baño lleno de lujuria.

Unas de las chicas del baño se bajo del lavamanos donde estaba sentada y se fue acercando lentamente hacia mi, su mirada era insinuantemente peligrosa.

- entonces tu eres Don Gato. Aquí tienes una gatica solo para ti.- me susurró en el oído y luego deslizo su lengua por mi oreja.

Fue una sensación muy agradable pero me llene de indecisión y mejor salí. Mi cabeza solo pensaba en una cosa. En la niña del gato.
Me quede del otro lado de la puerta del baño y solo se podía escuchar el crujir de los besos de esos tres seres maquillados por la lascivia.

Estando perdido en la sala de la casa se me acerco Luas con una enorme sonrisa dibujada en su rostro. Los tragos ya estaban haciendo efecto.

- pudiste hallar a esa cosa culpable de tu desgracia?- me dijo con un pequeño tono de burla.
- no, no aun. Pero tampoco es desgracia, yo lo llamaría trauma anímico.

Luas se soltó a reír y me pego una palmada en la espalda. Luego se fue a la terraza.

Mire a mi alrededor buscando hallar en el espíritu de la sala la sonrisa tímida de esa niña que ya había conseguido un caos en mi interior. Que había sembrado la semilla de la ausencia en mi alma.

Algo en el ambiente impulso mi mirada hacia la puerta del patio. Estaba abierta. Podía apreciar al otro lado del umbral que la noche era una canción con letras muertas, letras tristes y desgarradoras. La suave brisa que entraba por ella era una sinfonía dulce de momentos eternos, momentos en los que solo podíamos existir yo y la ausencia de la niña del gato.
Una débil sombra se dejaba apreciar acercándose al umbral de la puerta desde el interior del patio. Era una sombra sin forma. Una obra de arte surrealista.
Apareció con indiferencia el pequeño animal. Su cabeza observaba expectante los movimientos de todos los presentes en la casa. Luego observó mi impresión, el gato me miraba como si supiera mis sentimientos, como si entendiera que aquella niña había tatuado el desasosiego en mi ser. El era consciente del daño que había hecho su compañera en mi y parecía que lo disfrutara. Sus ojos eran sarcásticos y acusadores.
Sentí miedo al ver a ese pequeño personaje acercarse. Mientras lo hacia no apartaba su mirada de mis ojos. Caminaba lentamente y pude escuchar un triste maullido. Me araño tiernamente el pantalón como queriendo decirme algo, como si me tuviera alguna información de ella. Cargue al pequeño gato y de repente un frío de muerte sacudió mi cuerpo y mi razón. Cogí su pequeña cabeza y la puse enfrente de mis ojos. Fue algo extraño, sentí que del interior de su boca salía una tierna y dulce voz, eran lamentos, era un canto oscuro.

Fui corriendo al patio con él aprisionado en mis manos. Busque atormentado por todos los rincones de ese oscuro lugar. La dulce voz volvió a aparecer pero esta vez era mas fuerte. Era inclemente como una lluvia de cuchillos. Eran los gritos desesperados de una niña. Mire la boca de la pequeña bestia esperando lo inesperado. Pude darme cuenta que habían restos de piel, sangre y cabello entre sus colmillos. Retrocedí unos pasos y lo solté. Corrí hacia la puerta del patio y estaba cerrada. La forze desesperado hasta que pude abrirla. Entre huyendo a la casa y la sorpresa fue mucho mas aterradora. Todos los presentes se habían convertido en gatos todos eran negros con manchas blancas.

Texto agregado el 08-09-2005, y leído por 127 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
28-09-2005 Interesante honeyrocio
14-09-2005 uhhhh...gran relato...esos gatos acesinos....muy bueno y un final insperado !!!! buenisimo!!!! besos y estrellas* pucky
 
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