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Inicio / Cuenteros Locales / _xolga_ / El laberinto (O la ciudad de nadie)

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La noche era algo fría y oscura. La luna comenzaba recién a menguarse en aquella ciudad gris que devoraba todo a su paso. Ciudad de la nada. Ciudad de la destrucción.

Carlos emergió desde las sombras de aquellos lóbregos callejones, con la vista baja, drogado y sin ganas de vivir. Caminaba inconsciente, como si la vida se le fuera a cada paso. Recorría las calles sucias sin otro objetivo que seguir avanzando. La gente que le veía pasar, seguía su rumbo fijo, sin reparar siquiera en él.
Carlos avanzó unos pasos más antes de desmoronarse. Se dejó caer con tanta fuerza que él mismo llegó a creer que había muerto.
Después de un momento de abandono total a su memoria, desplomado y ya sin alma, volvió en sí...
No podía moverse.
Nadie lo auxilió.
Nadie supo de su existencia...
Sólo un par de neo-nazis se preocupó de golpearlo por el deber ético y moral que, según ellos, tienen derecho de ejercer por el bien de la sociedad en la cual vivimos todos y que, según ellos, la sociedad agradece atribuyéndoles e inspirándoles temor.
Mierda. Sólo mierda.
La noche era algo fría y oscura. Carlos por fin pudo moverse. Quería olvidarse a sí mismo. La heroína aun seguía matándolo. La luna comenzaba a menguarse. El aire empezaba a sofocarlo y se erguía rápida pero ineficazmente. Juntó las pocas energías que le quedaban y trato de correr mientras se tropezaba. Jamás se volvería a drogar. Quería huir, salir vivo de esta; Escapar de aquella ciudad gris que lo devora todo a su paso. Sentía que, la ciudad, le mordía los tobillos.
Desesperado, Comenzó a correr cuando notó que la gente que había a su alrededor ya no estaba. No existía. Era invisible para él.
Quizás, él fue quien nunca existió...
Trató de encontrar una salida entre los conventillos y sités carcomidos por la indiferencia. No la podía encontrar. Sólo encontraba cansancio y desesperación.
Las fuerzas y el aire se le agotaban cuando vio una luz entremedio de toda esa pestilencia que comenzaba a fundirse entre la destrucción y el fango de la perfidia. Negó su cansancio y sacó alas para llegar hasta la luz en forma libertad.
Entró a una especie de bocacalle cuando se dio cuenta de que estaba emergiendo desde las sombras de aquellos lóbregos callejones.
Desde el principio no existía tal salida.
Destrozado, Carlos se resignó a quedar atrapado en el derrumbe de su propio existir, de su propia ciudad de nadie; De su propia ciudad de la destrucción...

Dedicado, con cariño, a An...

Texto agregado el 08-09-2005, y leído por 129 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
16-12-2005 hermano, esta genial. corregiria algunos detalles en la redaccion, pero lo demas esta genial. "Negó su cansancio y sacó alas para llegar hasta la luz en forma libertad. Entró a una especie de bocacalle cuando se dio cuenta de que estaba emergiendo desde las sombras de aquellos lóbregos callejones. Desde el principio no existía tal salida." genial, en serio, felicidades lucas59
18-10-2005 Mira, con esto te luciste... la depresiòn culminante es agresiva, buen golpe al lector. Un placer leerte. Saludos maria_jose
11-09-2005 ''sentía que la ciudad le mordía los tobillos'' La realización de lo que siempre he querido escribir... me gustó mucho y... gracias por dedeicármelo... :) -An-
08-09-2005 Uuuuuuuuuuuuuuu qué deprimente el final, como que un poco POCO pesimista:P LeXuga
 
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