EL NIÑO Y EL ALIVIO DE AQUELLA MARIPOSA

Al anochecer, en la habitación de un pequeño departamento, de cuyas paredes se desprendían pedazos de yeso y hojuelas de pintura, mientras el soplo del viento se introducía por los pequeños huecos del ventanal, haciendo temblar los marcos de metal, se encontraba el niño observando el cielo
con tristeza y temor… su mamá había enfermado.

Echada en su cama y cubierta con frazadas, la mujer sostenía un pañuelo entre sus manos. El niño no sabía del dolor, pero percibía su sufrimiento y … le dolía.

La abuela había cubierto el foco con papel para que la luz no lastimara sus ojos, y varias personas habían visitado el lugar para darle curación; no obstante, ninguno se acercó al niño para ver que sus ojos también necesitaban alivio.

Cuando ya todos habían salido, el niño ingresó a la habitación de su madre, con paso lento, procurando no hacer ruido al caminar.

Con sus pequeñas manos abrigó un poco más la espalda de su mamá, quien aún se encontraba reclinada de costado, sin dormir.

El pequeño le habló, y ella no pudo contener su dolor; quiso responder, pero sólo emitió un sonido, como si algo presionara sobre su garganta, mientras las lágrimas escapaban de aquellos ojos fuertemente cerrados.

Corrió el niño hacia su habitación, y aunque temía a la oscuridad, ingreso sin encender la luz y se arrodilló, allí donde observaba las estrellas… y oró.

Dos días después... dos días después de haberse llevado a su madre sin decirle a dónde, parado allí junto a la ventana, desde donde observaba las estrellas, vio que retornaba la mariposa... con su bella sonrisa... era mamá y estaba aliviada.