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Éramos muchos. Difícilmente podría recordar todos los nombres. Lo que si tengo presente es que a eso de las cinco de la tarde los días de semana, luego de hacer las tareas, y los días Sábados y Domingos a tempranas horas de la mañana, se formaban sendas partidas de Pelota. Una modalidad de Béisbol, pero con nuestras propias reglas, las cuales no distaban mucho de las oficiales pero que, por razones de recursos, se amoldaban a la escala de nuestras posibilidades.

Cuando hablo de recursos, me refiero a las carencias de espacio y material específico, mas no así al recurso humano el cual abundaba sobre manera y con una calidad y habilidad natural; sencillamente impresionante.

Por mencionar algunos, los mas habilidosos que nunca quedaban en la banca, podría nombrar a: Chupeta, Júnior, Chucho, Carlos, Barril, Juan, Alexander, Oswaldo, Chico, Manolo, Miguel, Pincho, Álvaro, Nelson, Ojitos, Calle, Buche...

Seguir nombrando a todos aquellos seres que preferían la pelota de media y los guantes de cartón confeccionados doblando los envases usados de cuartitos de Jugo o Leche Carabobo, me ocuparía varias cuartillas. Mayor espacio necesitaría para referirme a las habilidades de cada uno de ellos, o de nosotros, ya que, a decir de los demás y en la humilde opinión de mi madre, “Yo era un experto confeccionando las pelotas con medias viejas y tiras de tela”.

Chupeta, por ejemplo, era muy creativo y tallaba los mejores bates de madera que hubiese visto yo en los ocho sectores de la urbanización. Eran la envidia de todos. Lo malo era, que cuando no lo dejaban jugar de entrada, se llevaba el bate y nos complicaba la partida.

No obstante, la fiebre por imitar a los grandes ídolos del momento en el Béisbol, nos obligaba a resolver e improvisar bates, guantes, pelotas y hasta condicionarnos con reglas adicionales para limitar a los bateadores mas poderosos, como el Joe y el Buche, quienes eran apasionados a botar la pelota lo mas lejos posible.

Cuando por fin bajaba la fiebre de la pelota, se iniciaba la del Baloncesto. No a todos les gustaba pero era tanta la pasión que nos envolvía en los torneos entre sectores, que a la final quedábamos todos entrampados de una manera u otra en este deporte, ya que, al no contar con recursos económicos para cancelar personal técnico y otras necesidades, teníamos que asumir todo nosotros mismos; para ello, solicitábamos colaboración a la Junta de Vecinos, levantábamos colectas de dinero entre nuestros padres y armábamos la vaca entre nosotros mismos, a fin de poder adquirir los balones de goma colorados, esos que después de ser usados durante un mes, adoptaban una forma ovoide y se hacían inútiles. Ni los carajitos del Barrio vecino querían patearlos... ¡Ah malhaya un Mikasa en Cuero!...

Era tanta la pasión y la necesidad de mantenernos en acción, que nada nos detenía.

Para resolver el aspecto técnico en los eventos, armábamos una especie de comisiones. Estas tenían tres obligaciones fundamentales:

Primero, hacer la vaca para comprar en la librería de la China de la Victoria los libritos amarillentos por la poca demanda que decían en letras grandes y rojas: “Reglas Oficiales del Baloncesto” Avalado por la FVB. y la FIBA.

Segundo, leer y aprenderse el fulano reglamento

Tercero, arbitrar los partidos interpretando de la mejor manera el documento en cuestión.

La misma historia resultaba cuando se intentaba organizar los eventos de Voleibol, claro, todo se conseguía con mayor facilidad porque había un factor agregado que pasaba a ser fundamental: las Mujeres. Y es que la mujeres tiene una habilidad para lograr imposibles... sencillamente impresionante.

Todo este acontecer de la cotidianidad donde los actores fundamentales asumíamos con gusto varios roles a la vez, producía en nosotros una total satisfacción que gestaba en un primer momento por un sueño, una idea y se concretaba al enfrentar en una final a dos equipos. Rivales que en realidad éramos uno solo, porque todos éramos muchos pero éramos uno, todos éramos árbitros, anotadores, mesa técnica y jugadores. De manera que, cuando ganaba un equipo, ganábamos todos y cuando uno perdía, todos perdíamos.

Atayo

Texto agregado el 07-09-2005, y leído por 114 visitantes. (0 votos)


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