La cama está en el lugar que le corresponde hoy, martes, junto al frasco de la mermelada que se ha vencido hace ya dos años, que como perdí su tapa puse una pequeña Biblia en su lugar, la cual me fue obsequiada en la entrada de la Universidad.
El frasco se encuentra arriba de la mesita de luz, mide aproximadamente unos cuarenta centímetros de alto, y unos 20 de ancho, es realmente grande y como he deducido que dentro suyo hay todo un universo de vida iluminado por las sabias palabras del Antiguo testamento es que aún no logro decidir si asumir la voluntad del Creador o no.
Durante el día si uno lo mira detenidamente puede darle movimiento a sus ideas, obteniendo perspectivas únicas de los objetos del cuartito, por ejemplo si ponemos una moneda para que se refleje frente a ella podremos ver nada, entonces obtenemos como respuesta simple automática “el dinero no existe”, en cambio si prendemos la televisión y reímos mostrando nuestros dientes frente al frasco podemos observar que la imagen se torna deforme respecto de lo que pensamos acerca de cómo nos sentimos, por lo general creyendo que nuestra sensación es la de la alegría, al vernos reflejados frente al frasco vemos una cruel realidad:
Nuestra sonrisa se torna en una gran boca con dientes afilados y disparejos, cuyos movimientos determinan distintas formas que nos hacen tener miedo de nosotros mismos, lo cual nos lleva a pensar que quizás la risa no sea algo tan saludable.
Durante la noche, nuestro ojo se deposita inevitablemente en el frasco(siempre y cuando sea martes, claro) mientras su hogar, la cabeza, está apoyada sobre una almohada sin funda que nos pone en pleno contacto con los algodoncitos que se le salen producto de peleas con hermanos, es definitivamente una almohada con grandes historias y aventuras por contar, sin embargo prefiere compartirlas cuando duermo pues dice que cuando estoy despierto no estoy muy concentrado, por lo cual prefiere dictármelas cuando solamente le dedico mi atención a ella, es de todos modos ese el efecto y no la causa.
La pregunta mas lógica entonces es ¿qué causa que mi almohada sea tan especial?, para eso es que les había comentado del reflejo de mi ojo en el frasco y por eso también es que mencione algún ejemplillo de lo que el frasco nos muestra al mirarlo cara a cara, nuestro ojo se convierte en un profundo aljibe en el que hay solamente agua, no sabemos con precisión cuanta, si es muy profundo, si hay algo o no, pero lo cierto es que la hay, algo realmente aterrador es que uno de mis mayores miedos siempre fue el poder ahogarme en una de esas centurias creaciones, revelándose entonces de este modo la inmensidad de lo que nuestro propio ojo puede llegar, pues ¿no es más importante acaso el atreverse a sumergirse en la profundidad del aljibe y explorar hasta donde puede llegar nuestra propia visión de la realidad? O ¿es acaso preferible verlo desde afuera del mismo utilizando un balde para bajarlo y juntar un poco de agua para saciar la sed?
El martes, es un día raro, donde mi almohada durante la noche me susurra historias pasadas con el mismo, recordándome cada siete días que algún día puedo morir de sed.
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