Siempre he querido escribir una versión personalizada de la Caperucita Roja. Lamentablemente otros se me han adelantado y han hecho lo suyo, con contundentes argumentaciones, demoledoras tesis y sesudos ensayos. De este modo –y de acuerdo a tan variadas versiones- existen los lobos coprolálicos, los pederastas, los derechamente simpaticones o los malos a secas. En el ámbito de las caperuzas, estas o bien son niñas más bien eroticonas, deliciosamente inocentes pero con un dejo de maldad subyaciendo bajo sus encendidas vestimentas. Algunas parecieran saber demasiado bien el cuento y lo trastocan a su manera, pasando el lobo a ser un inocente corderito que se remece ante la desenfrenada pasión de la mujer niña.
El relato original obviamente tiene un trasfondo freudiano, es evidente la connotación sexual que se adivina embozada tras el relato presuntamente infantil. Ahora bien, la abuela ¿Vivía sola realmente? Si nos atenemos a la edad de la caperuza, la anciana no lo sería tanto ya que bordearía la cincuentena, edad por demás apetitosa para el gusto de algunos faunos que debían pulular por las inmediaciones. ¿Eran alimentos los que le llevaba la chica de rojo a la mujer o simplemente una negligé que ella le había encargado a su madre para estrenarla en alguna de aquellas noches encendidas? Visto bajo ese prisma y considerando que a los animales no se les proveyó del don de la palabra acaso por la sencilla razón que si pudieran discursear, avergonzarían a los hombres con sus certeros razonamientos en pro de la naturaleza y su supervivencia. Por lo tanto, no sería nada de desatinado pensar que el lobo aquel era un hombre cualquiera, acaso un leñador, un cazador o un campesino, que tímidamente deseaba establecer contacto con la abuela de la niña y para ello ¿Qué mejor que pedirle a esta que intercediera para facilitar el comienzo de un romance? Es muy probable que la inocente niña no lo fuese tanto y cobrase por sus servicios. Tendríamos entonces delante de nosotros a una caperucita roja con dotes capitalistas, quizás guardase esas contribuciones en una cuenta corriente a nombre de otra persona para no ensuciar su nombre con dineros de difícil explicación. Por otra parte ¿Qué clase de madre era esa que permitía que su hija se aventurase sola por el bosque a sabiendas que existen animales feroces, pedofilos (que viene siendo casi lo mismo), asesinos en serie, que en este caso serían asesinos de cuentos y la posibilidad cierta que a la niñita le abrieran los ojos antes de tiempo? Deduzco entonces que la mujer tenía sus enredos con algún tipo y enviaba a la chica a cualquier parte con tal que la dejara sola. Esa parte alternativa del cuento debe ser la mejor, sólo que ya estaría catalogada para mayores y por razones obvias, el autor prefirió no darla a conocer.
De todos modos, pienso que Caperucita era una niña despierta que fue muy responsable con todos sus actos y ya grande emigró a la ciudad para dedicarse a realizar obras de beneficencia. Se enroló en el club de las Damas de Rojo y cuando ya anciana, contaba su historia dándose a conocer como la verdadera Caperucita Roja, las otras viejitas se reían con ganas mostrando sus desdentadas bocas y le respondían: -Si tu eres Caperucita yo soy el Lobo…
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