Toda mi esperanza y mis sueños
están hechos un nudo
entre cada una de tus vértebras.

Pero no te pesan, no.
Tú ni los sientes.
¿Por qué sigo en el juego?

Eso de no poderte tener cuando yo quiera,
todos los ojos y dedos que vigilan
cada uno de nuestros movimientos.
¿Y tú?
¿Acaso tú sí duermes tranquilo?
¿Es que mi nombre no te persigue?

Sé que tengo que cortar todo ya,
hasta ya me suena demasiado tarde.
Pero ¿cómo?
Si de una mirada me desarmas,
si cada frase tuya da vueltas en mi
por horas eternas.

¿Cómo?
Si aún espero el día en que sueltes la máscara
y te muestres igual de vulnerable.
Con sólo tener esperanza,
a veces,
se cree que se tiene tantas cosas...

Pero el cerebro me grita que no.
Que tú, no estás.
Que a ti, no te tengo.
Otra lluvia silente.