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Inicio / Cuenteros Locales / rodiasorin / Conversación entre el señor Ciencio y don Poesío

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Se encontraba el señor Ciencio sentado en la barra del bar, observando y escuchando cuidadosamente, cosa que por cierto hacía siempre y en cualquier lugar, a don Poesío, su amigo, cantar en el escenario, en uno de sus típicos recitales sabatinos. Luego de que él terminó y después de haber recibido un ensordecedor aplauso de su público, fue a sentarse con el señor Ciencio, que lo esperaba ya con un trago en la mano.

-Sr. Ciencio: Esta vez, al parecer, fue muy profundo. Nunca había visto tus ojos tan brillantes y a tus discípulos tan concentrados y atentos.
-Don Poesío: sí, es verdad. Hoy me sentía completamente inspirado. Me pasé toda la mañana en la playa, observando el hermoso, azul y plano horizonte…
-Sr. Ciencio: ¡lo sé, lo sé! – interrumpió impaciente – De todas maneras, aún me cuesta creer, a pesar de todos los años que nos conocemos y de todos los años que he venido a este bar, que aquellas personas se interesen tanto por un simple montón de palabras agrupadas en estrofas; es decir, hay tipos y muchachas que he visto aquí desde hace años e incluso décadas y que vienen solamente para escucharte cantar. Tú definitivamente debes tener algún tipo de don persuasivo; deberías convertirte en político.
-Don Poesío: ¿Don persuasivo? ¡Oh no, amigo mío! Es solamente el mundo, es solamente mi visión; es solamente mi mundo.
-Sr. Ciencio: bueno, aquel "mundo" del que hablas parece muy fascinante. Es graciosa la forma en que te alejas de la realidad, y luego la transformas en simples ilusiones, cargadas de un montón de metáforas, personificaciones, símiles y cosas por el estilo, sólo para evadir la verdadera realidad. En fin es muy interesante.
-Don Poesío: sí, es muy interesante; sin embargo, no se trata de evitar la realidad. Es sólo la pasión; es sólo el sentimiento; es sólo el hermoso coro de los árboles, cantando al unísono, dirigidos por la mano del viento; o es solamente una sencilla puesta de sol.
-Sr. Ciencio: ¿Una puesta de sol? ¡Oh, ya sé a lo que te refieres y estoy completamente de acuerdo contigo! ¿No es magnífico acaso atardecer para darse cuenta de cómo gira la Tierra sobre su propio eje, y además alrededor del Sol, mientras otros tantos incultos que hubo y todavía hay, creen que es en realidad el Sol el que gira en torno a nuestro planeta? ¡Pobres e infortunados ignorantes!

De pronto, el barman se acerca a ambos para ofrecerles otro trago, interrumpiendo por un momento la charla. Los dos toman un sorbo de sus vasos y después continúan con la conversación.

-Don Poesío: ¡Oh, amigo mío! ¿No habrá acaso algo que alguna vez te haga suspirar y emocionar, sin tener desgarrarlo con tus microscopios? ¿Qué hay sobre aquella majestuosa y poderosa orquesta celestial, repleta de truenos, rayos y relámpagos, en los melancólicos y nostálgicos días de tormento?
-Sr. Ciencio: ¿Te referirás a una tormenta eléctrica? ¿te referirás a aquellas descargas eléctricas que se producen entre nubes de lluvia o entre estas nubes y la Tierra, con ramificaciones irregulares y que también provocan ondas sonoras?
-Don Poesío: pues, entonces, ¿qué hay con respecto a Doña Luna, y aquella bóveda estrellada en la que habita?
-Sr. Ciencio: ¿te referirás a la luna y las estrellas? Son solamente un satélite natural opaco y millones de galaxias como la nuestra
-Don Poesío: ¿y qué hay con respecto a la belleza de un arco iris?
-Sr. Ciencio: sólo son un arco de colores que se produce cuando el sol refracta y refleja su luz en la lluvia.
-Don Poesío: ¿y el azul y ancho mar?
-Sr. Ciencio: sólo una masa de agua salada que cubre la mayor parte de la Tierra, y por cierto, no es azul, sino transparente; únicamente se ve azul por el reflejo del cielo.
-Don Poesío: ¿y el sol?
-Sr. Ciencio: estrella luminosa, centro de nuestro sistema solar.
-Don Poesío: ¿y Dios?
-Sr. Ciencio: ¿cuál de todos? ¿Jehová, Zeus, Júpiter, Alá, Satanás, o cuantos más?
-Don Poesío: ¿y qué hay con respecto al amor, y por qué no, el odio y el dolor también, pues sin ellos no sabríamos qué es amar?

Una breve pausa. Un suspiro, un fugaz brillo en los ojos del seño Ciencio y luego una profunda opacidad.

-Sr. Ciencio: ¿el amor? – preguntó - , ¿el amor? – se preguntó - ¡Oh, divina marav…! ¡Increíble sent…! ¡Un dolor en el pecho y mi garganta oprimida…! Mejor me callo, no importa cuanto intente expresarlo, me es simplemente inexplicable, indescriptible… Por dentro debes seguramente estar mofándote y burlándote a carcajadas por mi estúpida e idiota inexpresividad, por mis intentos en vano de crear algún verso o una simple frase para expresar lo que siento. ¡El desierto necesita agua! – exclamó excitado finalmente - ¡Oh, el amor, cuánto lo extraño!

Texto agregado el 07-09-2005, y leído por 113 visitantes. (0 votos)


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