El aburrimiento se ve en mi rostro. Al menos eso creo. Varias horas sentado en el mismo lugar hace que mi mente funcione de manera bastante rara, o mejor dicho, pienso purasn tonteras.
Una serie de pensamientos y frases inconexas se agolpan, quieren salir, pero no pueden, detenidas quizás por un cierto sentido común.
En realidad son cosas de un día normal, pero no sé que tienen que ver entre sí una serie de preguntas de valores religiosos, con los nombres de personajes que gobernaron el país hacer 150 años, con la representación de una familia arribista sin dinero, o con supuestas situaciones de la vida cotidiana reflejadas matemáticamente. ¿Cómo sería una función que represente lo que pasa por mi mente? Probablemente no tendía solución real.
Y así me voy preguntando por qué tengo que hacer todo eso, sin contar, obviamente, la obligación del punto de vista académico. Al final, por más que se trate de negarlo, quieren seguir haciendo más ladrillos para la muralla. Es cosa de ver, el que sea diferente es mirado en menos. A veces me da rabia incluso, pero me doy cuenta de que prefiero ser cómo soy a ser igual a la masa. Aunque es cierto que cuesta.
Y entonces, sin premeditación, pienso en ella. Es raro lo que me pasa, tengo la certeza de no estar enamorado, pero igual es un constante en mis pensamientos. Pero con todo lo que he escrito, que refleja en cierta manera lo que viví hoy, rápidamente se aleja, ahuyentando de paso el cierto odio contra un supuesto amigo mío.
Y recuero también que hay algo más. ¿Qué era?
Y así, fluyen durante todo el día ideas incoherentes, pero que, al fin y al cabo, son parte de un día normal. |