Los medios lo han bautizado como el "loco jeringa". Sin oleos ni santiguaciones, así directo le han puesto el apodo. Tampoco hubo oleos, colores, aquerelas al momento de graficarlo y conocer, de una vez por todas, al tipo que atemorizaba a la ciudad. Según cuentan el sujeto subía a los transportes y quizá halla estado en ellos desde siempre y es el miedo de los hombres lo que lo hace aparecer. Se para al frente y se dirige a los pasajeros. Señoras y señores, este hombre es un portador de VIH, no tienen dinero así que, carajo, de una vez, hagan el favor de vaciar sus carteras, sus pertenecias o de lo contrario...ven esa jeringa...se la va a inyectar y luego contagiar a todos los que se nieguen a colaborar con este humilde servidor.

Hasta ahora todos se rendían. El hombre extraía su sangre, de la vena al metal, lo veían, y luego copando el envase, tiñéndolo de rojo, abrían la boca, y funalmente una gota derramada, que luego del trance, la ignorancia los haría alejarse del líquido.

Luego cambió de ruta. Ya no era toda la avenida Abancay, sino la Arequipa con Javier Prado, abordaba el autobis de su antojo frente a una iglesia evangélica, "Agua Viva", edificio antes cine. Pero esa es otra historia.

Ahí se le resistieron pero el tipo no se atrevía a infectar a nadie y si alguien alguna vez murió no fue de un pinchazo, sino que trato de huir del vehículo en movimiento y se arrojó por la ventana.

Un reportero subió a uno de los buses donde operaba el "loco jeringa" y logró captar su discurso. No pudo hacer un zoom al arma punteaguda, pero fue suficiente para inocular más miedo. La Leyenda popular ya estaba registrada en video. Era real.

Hubo héroes, esto sí es oral, que trataron de debilitar al delincuente con ataques psicológicos. En vano. Otros lo insultaban. No servía. El tipo cayó hace dos horas y ha negado su modus operandi, pero sí confeso tener sida.
- ¿Así? ¡¿Y qué me dices del video donde se te muestra ejerciendo la amenaza inyatable?
- ¿Perdón?
- Que saliste en la tele.
El detenido afirmó que esas umagenes no existían, e lo contrario el no era el actor. La prueba: cuando lo capturaron no llevaba consigo jeringa alguna.

La policia regresó al lugar de la captura en busca del inyectable, incluso preguntando en piestos de periódicos cercanos. Luego paralizaron el transporte y registraron los carros que pertecían a la ruta habitual del encarcelado. No hallaron nada.

La policia, en otra palabras, para finalizar, movió sus unidades en busca del arma que utilizaba el arrestado. Jamás le hicieron un examen médico para comprobar si era cero positivo. Lo mandaron al penal de Lurigancho. Ahí, al fin, alguien, aunque de mala gana, le da de comer.