Recién vestida pero perdida e inundada por una mezcla de pestañina, delineador y lágrimas, con cigarrillo en mano, al lado del cadáver arropado por una sábana impregnada de apasionantes fluidos, leyó temblorosa el informe del inspector: “A las dos horas de hoy lunes cinco de septiembre de los corrientes, este despacho se desplazó tras llamada telefónica al Motel Cielo Azul, hallando en su habitación ciento dos a individuo de sexo masculino, uno setenta y dos de estatura, frente ancha, tez trigueña, lóbulo adherido, obeso, pies planos, cincuenta y cuatro años aproximadamente, encontrado desnudo boca arriba, pene erecto, ojos desorbitados, labios hinchados, presenta moretón de ocho centímetros cuadrados a la altura del corazón, causa del deceso por determinar a la espera de necropsia posterior”.
- ¿Puedo hacer una llamada?- preguntó ella devolviendo el papel y apagando el cigarrillo en el cenicero con forma de corazón ubicado en el tocador.
- ¿A su abogado?- contrainterrogó el funcionario.
- No, a mi hermana, le informaré que a partir de hoy es viuda.
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