El fuego enamorado (2)
Diciendo esto se acerco nuevamente a la lámpara y girando levemente la válvula aumento la fuerza del fuego que ahora sà más calmado pudo iluminar con intensidad y estar de acuerdo con las palabras de ese hombre pues ante sus ojos se alzaba una extraña belleza que nunca antes habÃa visto, una estatua tallada en hielo con las formas más bellas para ojos masculinos, que únicamente una mujer puede llegar a tener, un brazo extendido y el otro flexionado como acunando, la cabeza mirando hacia el cielo con un gesto de placer y una sonrisa de satisfacción, el torso levemente inclinado hacia atrás presentaba una columna firme y unos senos recios y turgentes detallaban la transparencia de su ser, por debajo de ellos el fértil abdomen incitaba a recorrerlo y besarlo lentamente, apoyada sobre sus caderas se descolgaban dos trozos de hielo amorfo que serian las piernas aún no terminadas. Era irresumiblemente hermosa, si tuviera el don de la escritura pensaba el fuego empezarÃa una prosa ahora mismo, una prosa que nunca tendrÃa fin pues es eterna e infinita la sensación que hace que brote en mi.
Pasaron algunas horas y pacientemente el fuego esperaba y contemplaba cada vez mas impresionado y hasta desesperado, tenia el anhelo de hablarle y acercarse, sentirla entre sus brazos y acariciarla interminablemente, el fuego no sabia lo que le pasaba y hasta sintió algo o tal vez mucho cariño por ese hombre que de rato en rato se acercaba a él a calentarse las manos y que con los mismos ojos, con esa misma pasión y cariño, cincelada tras cincelada llegaba cada vez mas al final de su obra, tallando y puliendo, tallando y puliendo con paños húmedos se dieron a luz las piernas, ligeramente entreabiertas como invitando a ser parte de ella, como una sinfonÃa de amor y belleza, y llegó el momento largamente esperado cuando dando una especie de toque mágico se dio la última cincelada y de repente un aliento de vida se vio en la estatua, sus ojos brillaron y en su sonrisa se vio una chispa de alegrÃa, en su brazo extendido se pudo ver la tensión de alguien que pide algo que quiere alcanzar algo que no ve, en el brazo flexionado se sentÃa el deseo de ser madre, en ese mismo instante una lagrima rodó por sus mejillas, traspuso el lóbulo de la oreja, se escurrió por el cuello y al llegar al filo de la nuca se dejo caer para morir en el suelo y un aire de dolor estremeció a la mujer, era esa paradójica alegrÃa y llanto del nacimiento, solo el fuego se percató de ello y también se estremeció como compartiendo esa sensación, el hombre entre exhausto y feliz se dejó caer pesadamente de rodillas y de repente toda esa alegrÃa se volvió un gemido casi imperceptible, sus manos dejaron sus instrumentos y cubrieron su rostro del cual incesantemente brotaban las lágrimas, su cuerpo se mecÃa cata tónicamente y en un momento dado se quito el pasamontañas de piel y se pudo ver por primera vez su rostro que aún llorando contemplaba su obra terminada y ese llanto que parecÃa apaciguarse se tornó aún más crudo, su rostro llegó a deformarse y esos ojos horas atrás de mirada profunda ahora se hallaban vacÃamente inconsolables, ¿quien podrá entender lo que le pasaba?, habÃa puesto todo su ser en esa obra y ahora que la habÃa terminado no quedaba nada de él, estaba vacÃo habÃa terminado el proceso de hacer belleza, ese proceso implicaba tantas emociones que ahora no quedaba ninguna, todas habÃan sido vertidas en la estatua y ahora el hecho de contemplarla lo aislaba de ella lo hacÃa distante y ajeno, por que lo que pase a partir de ahora con ella ya no dependerÃa de él, lo que se diga y lo que se piense de ella serÃa cosa de extraños y eso le daba temor pero talvez más que temor era rabia e impotencia de no poder protegerla para siempre en su ciclón creativo donde todo era claro donde nadie podÃa distorsionarla, poco a poco ella se hizo distante y tomó su propia identidad como lo hace un hijo al tiempo de crecer entonces el hombre se calmó lentamente ya que comprendió lo que sucedÃa, era su obra, era su creación, pero no podrÃa protegerla para siempre, entonces se paró y enjuagándose las lágrimas secó su rostro y volvió a contemplar su obra esta vez con otros ojos y la alegrÃa volvió a ellos diciendo:
- Mi querida, eres hermosa tanto como la idea que representas, ojalá seas inmortal como ella nunca lo fue, ojalá me acompañes el resto de mi vida como ella no lo pudo hacer y ojalá seas feliz como nunca pudo ser ella conmigo... � y diciendo esto último se dirigió hacia la lámpara y lentamente estranguló la vida fuego, hecho esto se encaminó a la puerta y luego de trasponerla con un suave empujón la aseguró y se fue a descansar.
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