Me pesa el corazón,
músculo de primavera.
El alma frágil me pesa,
hirviendo de recuerdos.
Sombras vacías,
sombras muertas
reverberan en el polvo.
Hasta aquí he llegado.
Hoy, una nueva fecha,
un calendario colgado
de la sonrisa de un ángel.
Por fin llegué
a tus pies de hada recurrente.
Mágica luz de mis ojos.
Me orientarás en mis días,
con mapas de sueños.
Y amarrarás tus manos
al mástil de mi vientre.
De un soplo esparcirás
miles de lágrimas,
en un desierto de invierno.
Dime: ¿te quedarás conmigo?
-Sólo hasta el amanecer rojo.
Porque otras almas me requieren,
otros dioses penitentes
me invitan a sus casas
y me entregan sus palabras-.
Si las hadas pudieran
escribir mis versos,
¿no languidecería el viento
cuando el sol las abraza?
Si caminaran a mi lado,
¿no viajaría en un susurro
a otros planetas extraños?
Quiero vivir impertérrita,
bajo la bruma de las hadas.
Soñar entre tormentas
deseos fastuosos de miel.
Acariciar la piel del océano,
derretida con el viento.
Quiero atravesar el horizonte
y devolver la luz
a tantos ciegos solitarios.
Seré invisible lluvia,
abrazando la tierra.
El último ser renacido
de las llamas, del otoño,
y del pasto de los duendes.
Si las hadas escribieran
mis cálidos versos,
rogaría tu perdón infinito.
Llamaría a tu puerta
y me quedaría pegada
a tu alfombra de verano.
Si las hadas escribieran
mis largos versos,
fulgurantes estrellas
atraparían tu alma.
Si tú estuvieras presente
junto a mi lecho de luna,
para entregarme la vida
a borbotones...
yo encendería el semáforo rojo,
atravesaría el océano
que te detiene en la esquina,
para fundirme en un soplo
con tu cuerpo desnudo.
Si las hadas contaran
mi lánguida historia,
te diría que hasta
la última noche,
serás el aire que me habita,
y el silencio que respiro.
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