NOCHE ROJA
Esta noche estan todos entusiasmados pues se casa George,nuestro amigo George.Con Ellen,te acuerdas?Ellen digo y no miento,la de los cabellos rojos como este sol tejano que esta cayendo casi,sobre las montanas.Ellen,la del cuerpo espectacular,ese que brillaba suavemente entre mis brazos,carino me decia,te acuerdas,no me dejes sola.Sí me acuerdo,porque viviamos en esa casa de madera rancia que rentaba en los campos del viejo John Lawrence,un individuo charlatán y tramposo,que pagaba de a diez los bultos del heno que llevábamos hasta su rancho a tres millas de aquí,y que con este sol seguía marchito y vacío con el solo viejo dentro.Allí llegaban los bultos y yo llevaba los más grandes,porque Ellen,que me esperaba,me decía no me dejes sola,que no vivo sin tí.Sus
cabellos rojos ardian en la niebla de las madrugadas,mientras yo me alejaba con mi carro cargado con ese heno que me iba a llevar a la perdición.
Aquella madrugada,Joe,George y los muchachos del condado vecino se entretuvieron descargando las bolsas en un campo vecino al rancho de John.Este no aparecía,caso raro,habia dejado la tarea de pellizcar el dinero a su cunado Lennon,un hombre bajado de las montanas del Oeste,hacia el lado de Tulsa,donde habia hecho fortuna contrabandeando licor.Este hombre,que media como dos metros,era tan mentiroso y avaro como el viejo.Dejaba pesar las bolsas,las abría y nos decía que parte del heno estaba podrido,viejo,inservible.Así que todos,por necesidad,acuciados por el hambre y las certezas,tomaban su dinero,únicamente Joe.Joe cargó sus bolsas en el carro y se quedó esperando al viejo así que le dijo al grandote:
-Donde está John?
-No sé-respondió el otro,encojiendose de hombros-se fué por allí-
-Lo esperaré-dijo Joe.
-Haz lo que quieras,hermano,lo que yo, ya terminé mi tarea,quédate con tu heno y espera,eso,espera-fue la seca respuesta.
Y Joe esperó,esperó tanto que este sol que me quema con sus terribles llamaradas,se fué apagando poco a poco.Asi que se hizo la noche y no queria dejar a Ellen sola,y dejé los caballos bien atados a unos palos enterrados,y al carro lleno con mis bolsas y me crucé los campos,que a esa hora estaban iluminados por el suave crepúsculo del verano.Y me tomó su tiempo,sí senor,Dios sabrá el tiempo que me tomó llegar al maldito rancho.Llegué cuando todo estaba a oscuras,era un telon negro que se cerraba sobre mi casa,nuestra casa.Apuré el paso,pensando en ese viejo tramposo,pero algo me cruzó la cabeza,y verás que cuando algo se me atraviesa,no hay nada que me lo pueda sacar de alli.Y en el porch de la casa,mi casa, veo dos figuras en la puerta, y es que veo al viejo y a Ellen que estan hablando y yo,en vez de ir hacia ellos,me oculto tras unas rocas azules ,tan azules como el mar ,y tan ardientes como el solo cielo que esta sobre nuestras cabezas ahora,que idea rara tienes muchacho,oh boy,mira allí esta Ellen,se la nota,es un punto rojo en un fondo oscuro,y al lado el hombre viejo que ahora monta a caballo y se va,oh boy,se esta despidiendo,sí se esta despidiendo de tu bella Ellen porque la dejaste sola,ella te lo previno muchacho,asi que Joe se calzó su ancho sombrero y se volvió tranquilo hacia el rancho del Viejo,y detrás de él quedaba un camino negro,Joe surcaba la tierra,dorada,y era una linea recta,que a veces doblaba a la izquierda,y otras a derecha,y que,,indefectiblemente, tenia un destino rojo,algo así como los cabellos de Ellen.
Pues resulta que llegué silbando,sí,llegue silbando a la medianoche al sucio rancho del Viejo,y con el silbido aparecieron sus perros que me ladraban de lejos,porque ellos y yo sabiamos lo mismo,y yo segui silbando,hasta que el Viejo John salió de su rancho.
-Oh Viejo,vengo que me peses el heno-
-Diantres!ni el Diablo te lo haría,Joe,que jodida idea te ha pasado ahora!-respondió el Viejo.
-Tienes que venir a pesarmelo viejo,porque sino me lo haces,le prendo fuego a todo,hasta a tus sucios perros –le dije.
Asi,que John,desconfiado como mula,vino de mala gana y se acercó despacio,y estaba armado,llevaba la escopeta que usan por esos lugares para cazar viejos animales como él.Y yo me acerqué al carro,y empecé a descargar mis bultos.El me esperaba alli,en la balanza,con su escopeta en las manos,apuntándome.Y,tú sabes,yo tranquilo,que tomo la horquilla y levanto el bulto con el heno y empecé a silbar de vuelta,sí senor,en la noche clara de Laredo,con un cielo estrellado como nunca,bajo ese tamano cielo mi horquilla lleva el heno a la balanza y gira donde el Viejo estaba y se la hundo cinco veces entre las tripas,hasta las costillas y el Viejo que grita desesperado,con todo su cuerpo chorreando sangre,y yo que tomo los bultos y se los pongo encima del Viejo,que deja de gritar diez bultos,sí senor,que son diez,allí quedaron,y allí tomé mi carro y volví a ver a mi querida Ellen porque cuando algo se me cruza por la cabeza,por Dios que no me lo quita nadie.
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