Me alejé del pensamiento
en el intento
de ser piel;
afanado,
en desconocer tus temores.
Las precauciones de siempre
al fin fueron guardadas:
esta vez seguí el mensaje
que no nació de tu voz.
Decisión,
de leer las señales:
a pesar de las sombras,
a pesar de oir un no.
Debía apurar mis pasos
si el deseo era alcanzarte.
Puse pausa a la costumbre,
me escondí de los temores.
Corazon y sentidos libres,
instante de hablar.
Manos en procura,
sigilosas,
un susurro:
apenas rocé tu espalda,
reclamando atención.
Ojos,
miradas que iluminan,
silencio cómplice,
sonrisa invitando a un beso,
inútil ocultar respiración.
Corrías,
escapabas.
Huíste,
para encontrarme.
Se anunciaron luces,
te dejaste caer en mí.
Latidos que delatan intenciones,
conozco de tu mente,
escucho un corazón.
Me acerco hasta intuír tu calor,
tibieza de un cuerpo,
que esperaba
y se negaba.
Desde antes no debí pensar,
para alcanzar tu boca.
Desde antes,
debí atender el mensaje
que tus ojos me gritaban:
y no intentaba comprender.
Avancé por tu piel,
sin encontrar resistencia,
me dejabas gobernar
para gobernarme,
me embriagabas con tu miel
me arrastraba tu sudor,
flotaba entre tus aguas,
acercándome hasta el cielo,
sin necesidad de pensar en una ruta.
Avanzaba y regresaba,
una y otra vez.
No hubo pausa.
Esperaba que mi rastro
se quedara con tu piel.
Recibiste el río que fuí,
en el momento que dejé de respirar.
Y me seguiste.
Ecos de temblores que se apagan,
el corazon me habló de entendimiento.
En este camino, las sombras,
por un instante me dejaron transitar. |