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Martha Patricia abre los ojos, apenas dormitó algunos minutos, ha sido una larga noche, noche de cavilaciones, noche de recuerdos... recuerdos que no quiere encontrar, pero brotan imprudentes, cual daga que corta sus carnes con lentitud para prolongar su tormento, como si no hubiera sido suficiente martirio el último lustro de su vivir. Urga en la mente para encontrar momentos felices, como lo fue el nacimiento de su hija siete años atrás; el nombramiento de Ricardo como director de ventas de la distribuidora de autos de lujo; las fiestas de sociedad con todo su glamour, entrar del brazo de él, orgullosa por ser reconocida como la bella esposa del atractivo, triunfador y perseguido "Ejecutivo del Año". Perseguido, esta palabra desvía sus recuerdos hacia la etapa de incertidumbre, un mundo de sospechas que llevan a conocer la verdad --¿Para qué?, ¿por qué haber llegado a esto?, ¿acaso no hubiera resultado mejor quedarse en el engaño?
Las cortinas siguen cerradas, entre la penumbra de la habitación alcanza a disntiguir a Ricardo frente al espejo del tocador, está empeñado en acomodar un rebelde nudo de corbata... identifica la prenda, su color vino de Burdeos va muy bien con el azul marino del traje, es la misma corbata que ella le obsequió cuando tenía que asistir a su primera comida con el presidente de la compañía --Es mi corbata de la suerte --siempre había dicho él.
Voltea a mirar el reloj sobre su mesa de noche, cada día, durante su último lustro, había comenzado su jornada con la imagen de la misma carátula, luego, bajar a la cocina, dirigir a la servidumbre sobre el desayuno, despertar a su hija... esta vez, las manecillas indican las 6:35, casi una hora antes de lo acostumbrado.
--Tiene prisa por salir --piensa --su vuelo parte a las 9:00, tiene tiempo de sobra para llegar al aeropuerto.
--¿Te vas? --pregunta mientras retira el edredón para abandonar la cama.
--En cuanto logre acomodar este maldito nudo, no quiero llegar tarde al aeropuerto, es una cita muy importante; si consigo este contrato nos irá muy bien.
Ella sabe que Ricardo miente, conoce a la perfección todas su mentiras, pero disimula, lo ha hecho tantas veces que ya le resulta sencillo.
--¿No te despides de Johana?
--Sí, claro, aunque no me agrada tener que despertarla a estas horas...

* * *

--¿Por qué no nos llevas a mamá y a mí? --pregunta la pequeña en su inocencia mientras se frota los ojos para terminar de despertar.
--Esta vez voy a trabajar --responde el padre --pero te prometo que la próxima vez...
--Que la próxima vez será lo mismo --interrumpe Martha Patricia traicionando su deseo de callar, pero Ricardo sabe ponerse a la defensiva.
--¡Va de nuevo! no quiero volver a comenzar, y menos delante de la nena, ya me estoy cansando de esta situación, de tus alucinaciones, te advierto que de seguir con tus ideas locas y tus actitudes autodestructivas me vas a obligar a tomar una determinación...
--¡Papá, mamá, ya no peleen!
Martha Patricia comprende que perdió la cabeza, ha sido imprudente, lo menos que necesita en estos momentos es una discusión.

* * *

Ya en el salón principal de la residencia, y cuando Ricardo está a punto de salir, ella se dirige hacia la cava, extrae una botella de Chateau Pavie y se dirige a su marido.
--Lo siento Ricardo, no debí comportarme así... y para compensar el mal momento te propongo un brindis.
--Bueno, es muy temprano para vino, y tengo que salir... pero creo que un trago estará bien. --Toma la botella y la descorcha. Ella acerca dos copas, él se aproxima por la espalda y la besa en el cuello. Martha Patricia ya no se estremece como lo hubiera hecho antes, hace un esfuerzo para no repelerlo.
--Así te ves más hermosa, así es la mujer que yo amo, una mujer con clase, una mujer que sabe elegir un buen vino para toda ocasión...
Tras el brindis Ricardo abandona la residencia, ella queda sumida en un mar de recuerdos. Se deja caer sobre el sofá y vuelve a servir su copa.
Tantos engaños, tantas mujeres fáciles han terminado con su vida, pero hoy es el día esperado para recuperar la dignidad, el momento de volver a vivir, de cobrar facturas atrasadas y, ¿por qué no?, el día propicio para recuperar la felicidad.
Surge el deseo de consumir el resto del tinto, pero sabe que debe conservar la mente lúcida...

* * *

Reconstruye los hechos mientras el agua caliente acaricia su desnudo cuerpo, Martha Patricia teme que el estado de relajación del momento pueda provocar un abandono de planes, por eso piensa, recuerda lo que preferiría haber olvidado. Frota con suavidad sus senos cubiertos de fragante espuma, vienen a su mente los grandes volcanes de Verónica, quien fuera su mejor amiga en la escuela secundaria, amistad que terminó de manera abrupta; sorprenderla en la cama con quien ella más amaba y justo en la noche de su graduación, época de ilusiones que siempre deja cicatrices, fue lo último. Resbala las manos por su vientre terso hasta encontrar el centro geográfico de la pasión; su mente está en otra parte, la ha cargado con el inesperado reencuentro. Aquella noche cenaba con Ricardo en el salón Versalles.
--¿Martha? ¡Martha Patricia! ¿verdad? ¡qué bárbara, si los años no hacen mella en ti!
Así, con tales palabras, se transformó agradable velada en incómoda noche, noche empañada por la irrupción de aquella mujer. Aunque permaneció en la mesa sólo unos momentos, porque alguien la esperaba en otra mesa, el coqueteo que dirigió a Ricardo fue evidente, como evidente fue el cosquilleo que experimentó su marido. Creíble o no, esa mujer entró una vez más a su vida, una vez más pretende interferir en su felicidad. Y si en la adolescencia le arrebató al novio, esta vez no va a permitir que se repita la historia con su marido como protagonista.
Al mirarse al espejo, Martha Patricia advierte que su espigada anatomía llama a la lujuria, sus proporcionadas formas femeninas invitan a vivir el frenesí más intenso. ¿Por qué despreciarlo así para ir en busca de una ramera? ¿qué tienen los hombres que cambian un Dom Pérignon por una gaseosa?
El roce de la toalla sobre su piel le produce plácida sensación, Hace tanto tiempo que no practica el sexo con verdadera pasión...

* * *
Ante el espejo, mientras retoca su rostro, porque su belleza es natural, apenas requiere un mínimo de afeites, Martha Patricia recuerda aquella llamada telefónica de Ricardo para Verónica; Parada tras la puerta de la biblioteca sintió que el mundo la aplastaba inmisericorde, su marido estaba tratando de obtener una cita con aquella mujer, quiso entrar en ese momento, aporrear al sujeto que la humillaba de tal manera, pero había quedado petrificada, sus piernas no respondían, su pensamiento estaba saturado... luego de unos momentos que pudieron haber sido horas sin darse cuenta, acertó a correr hacia su recámara, en donde se encerró a llorar el resto de la tarde. Ricardo había salido de casa, extrañamente, por la noche tuvo que permanecer "en la oficina" para otra de sus acostumbradas y cada vez más frecuentes y prolongadas "juntas de trabajo". Fue en ese momento, cuando se cansó de llorar, cuando no había una lágrima más que derramar, que comenzó a idear el plan que ya estaba en marcha.

* * *

Cuando Laura llegó, Martha Patricia estaba lista para salir. Laura era la única persona en la que podía confiar en esos momentos difíciles, se haría cargo de Johana mientras permaneciera fuera de casa.
--¿Estás segura de lo que vas a hacer? --preguntó Laura.
--Bien segura, estoy decidida, y nada me haría cambiar de idea --respondió Martha Patricia con una frialdad desacostumbrada en ella.
--Pero es que Ricardo...
--Es que Ricardo tiene una cita secreta con una mujer en un hotel, yo tengo una cita secreta con un hombre en un hotel ¿cuál es la diferencia? o es que piensas que él sí tiene derecho, pero yo por ser mujer, por ser esposa, por ser madre... por todo eso yo no puedo hacerlo, ¿así piensas?
--Es muy difícil responder, no se trata de un sí o no, hay muchos aspectos... bueno, no pretendo entrometerme en tus cosas personales, yo sólo te pido que te cuides mucho.
--Y yo te lo agradezco, seguro, me he cuidado mucho y así lo seguiré haciendo, ya me entenderás...

* * *
Frente al mostrador de una aerolínea, un empleado realiza su trabajo.
--Señorita Verónica Basterra, este es su pase de abordar, diríjase por favor a la sala "C", nuestro vuelo 366 con destino a Cancún partirá a las 11:30 horas, que tenga buen viaje y gracias por preferirnos.
La mujer toma el pase de abordar y camina hacia la sala indicada; antes de entrar a la zona restringida del aeropuerto se desvía hacia una tabaquería y adquiere unos Benson mentolados. Siempre habían sido sus favoritos.

* * *

Ricardo acaba de salir de la ducha, aún falta un par de horas para que aterrice el avión de Verónica, quisiera esperarla en el aeropuerto, pero el acuerdo fue no dejarse ver en público, no tratar de buscarla antes de la cita, tendrá que cumplir. Se tira sobre la cama y cierra los ojos, viene a su mente el recuerdo de aquel par de tetas que adivinó bajo el gran escote el día que la conoció, el fino coqueteo desde la mesa de junto, antes de presentarse en su mesa, la sorpresa cuando ella se levantó y se dirigió a su esposa, ¿se conocen? vaya, que mundo tan pequeño, pero que situación tan favorable para sus planes...
Toma el teléfono, pide servicio a cuartos.
--Envíeme una Viuda de Clicquot... caviar, dos copas...
--Enseguida, señor Mendiolea --responde una voz al otro lado de la línea.

* * *

Martha Patricia está a punto de entrar al lugar de su cita, duda un instante antes de seguir, qué extraño, vuelve a pensar en Ricardo de otra manera que no sea con odio, quisiera huir de aquel sitio, volver a casa y esperar a su marido para tratar de reconquistarlo, después de todo es mujer, y como mujer debe soportar y perdonar.

* * *

Acaba de descorchar la champaña, coloca junto a la cubeta enfriadora un estuche, lo abre, fluye el brillo que producen enormes diamantes incrustados en un par de pendientes; sintoniza música suave y cierra las cortinas para cortar la impresionante vista hacia el Caribe de aguas turquesa. Mira a su alrededor para constatar que nada falta, ha conseguido un ambiente ideal... como si estuvieran sincronizados, llaman a la puerta, Ricardo se arregla el cabello, camina hacia la puerta, abre y...
--Pero ¡qué es esto! pregunta sin poder impedir un salto hacia atrás.
--Hola cariño --saluda Martha Patricia.
--Pero ¿qué haces aquí? --es lo único que acierta a preguntar. Con el disimulo que le puede permitir su estado de nerviosismo mira el reloj, luego hacia el pasillo.
--¿Esperas a alguien más? --pregunta Martha Patricia simulando una voz melosa.
--No, claro, ¿a quién iba a esperar? --acierta a responder.
--Que bueno, porque me molestaría mucho que hubieras invitado a alguien más a nuestra cita.
--¿Nuestra cita? ¡basta ya! y dime de qué se trata todo esto... ¿qué estás haciendo aquí? --Ricardo comienza a gritar, pasada la primera impresión trata de recuperar el control de la situación.
Ella no pierde compostura, sigue hablando en tono meloso, pero su actuar es muy natural. Se acerca a la champaña.
--¡Oh!, Viuda de Clicquot... de buen gusto --sirve las copas y ofrece una a Ricardo, quien la rechaza --Pero qué hermosos pendientes, juraría que hacen juego con mi anillo --enseña a Ricardo la mano derecha, en la que porta el anillo complemento de los pendientes --como vez, me encantó tanto que lo traje a nuestra cita, míralo, es el que enviaste junto con el boleto...
Ricardo, quien había evitado mirar directamente el anillo, voltea bruscamente hacia su mujer.
--Sí, es el que me enviaste junto con el boleto de avión, sólo que hay un detalle, el pasaje llegó a nombre de Verónica Basterra, ¡oh! que torpeza la mía, debo haberme equivocado al firmar la nota que te envié.
Ricardo comienza a comprender todo, se siente humillado, derrotado, ahora es el clásico gavilán convertido en paloma. Se sienta en la orilla de la cama porque sus piernas flaquean, se toma la cabeza con las manos y así permanece unos segundos. Martha Patricia acaba de encender el televisor, el volumen es excesivo. Se incorpora, pero una nueva sorpresa lo hace dar un paso atrás, Su esposa está frente a él y empuña un revólver que le apunta, su mano es firme y en su rostro hay una expresión que nunca antes le había notado.
--¡Qué vas a hacer! --grita Ricardo, luego cambia el tono --No, cariño, no lo hagas, piensa en nuestra hija...
--¡Calla desgraciado! ahora sí te acuerdas de ella, pero tuviste bastante sangre fría para engañarla esta mañana.
--Martha, por favor, no...
Se escucha un disparo, Ricardo se toma el pecho y pierde el equilibrio, luego otro disparo, también es certero, él rueda por el suelo, después de breves estertores todo termina.
Martha Patricia saca de su bolso un pañuelo, limpia con cuidado cuanto había tocado en la habitación, bebe de un sorbo cada copa de champaña, deja el anillo junto a los pendientes, saca de su bolso la cajetilla de cigarrillos, ya le faltan alguas piezas, la arroja sobre la cama y se retira. Cuando alcanza la calle camina por unos minutos, arroja el arma a un bote de basura y aborda un taxi.
--Al aeropuerto, por favor.



Cancún, México.

Texto agregado el 02-10-2003, y leído por 1342 visitantes. (12 votos)


Lectores Opinan
14-09-2007 wow que glándulas! (jeje) atrapa esta obra por su calidad y su trasfondo...wow estoy engarzada todavia con los personajes, escenarios, motivos...uy genial! luzyalegria
22-11-2006 atrapante me encantó claro que el final es muy triste me hubiese gustado qu se reconcilien maripo-sas
04-05-2006 muy interesante tu cuento, amigo mio se parece a una epoca de mi vida solo que a mi nunca se me ocurrio ponerle el final que este cuento tubo, por lo demas el relato es casi igual, de todas formas fue coincidencia, tu solo escribiste y lo hiciste exelente!! todas mis estrellas a Ti !!! gfdsa
20-08-2005 El hombre vive en constante busqueda, si nosotros las mujeres supieramos que es no hubiera infidelidad. manejas muy bien los sentimientos y los problemas de pareja. me gusto lamore
08-05-2005 muy bueno.Mis estrellas merche
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