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Inicio / Cuenteros Locales / sacanueces / D419 …ESA POBREZA QUE NOS IGUALABA…

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Tal era la pobreza, que cuando conseguían un pollo, lo hervían con sus plumas y su sombra, y las vacas eran tan flacas que las sostenían con los broches de la ropa al alambrado. Comerlas, ni locos, porque así colgadas de los alambres, le daban al paisaje algún aire de prosperidad. Era realmente pobreza la de esa zona. Con ilusiones habían hecho los ranchos, por así llamarlos, el agua escaseaba (casi en su totalidad), por eso no los pudieron hacer de adobe, eran de tierra amontonada con algunas jarillas por techo. Arida la zona, árboles no había, excepto uno, un gigantesco Algarrobo, -gigantesco señor-, realmente grande y tan grande que lo dejaron como plaza. Al contorno de su enorme sombra estaban los ranchos, esas ilusiones que ya mencioné. No habría más de diez, pero con eso se sentían un pueblo y orgullosos de ser únicos con once calles una por cada rancho, más la del perímetro de la plaza. -Sí señor, muy orgullosos estaban con sus calles de diez metros, eran pueblo con plaza y todo-. La plaza siempre estuvo oscura por la tupida sombra, pero era “el lugar”, el lugar de reunión. Por ahí pasaba toda la vida del pueblo, conversaban, hacían trueque o se prestaban cosas, se intercambiaban invitaciones, jugaban y de tanto en tanto hacían la fiesta. Como todo pueblo tenía su fiesta. Era de entender para ellos, la música era música y la fiesta, fiesta; como la aloja sobraba y desconocían otra fiesta, ésta era la más espectacular, la que por un día el pueblo era una fiesta.
-Como le decía señor, grande la pobreza, grande, grande y seca, que de tanto en tanto todos lloraban bajo el algarrobo para juntar las lágrimas, no se podían dar el lujo de desperdiciar el agua, con la orina cada uno regaba sus plantas y hasta los perros habían aprendido a no desperdiciarla-.
Era una zona pobre, con un pueblo pobre, por así decirlo, pero el orgullo se olía a la distancia.
Del origen nada se habla, en realidad poco hablan así no gastan saliva, pero por ahí escuché algo, como que hace mucho tiempo que iba a pasar el ferrocarril y supongo que fue el antiguo motivo del algún progresista, visionario, que se vino adelantado para hacer un prospero lugar, vaya uno a saber! No?. Pero eso nunca sucedió, no hubo, ni hay, ni habrá tal intención, ya que trabajé para el ferrocarril y en sus mapas este paraje no existe, digo en cualquier mapa no existe, jamás existió!. -Concretamente, de su origen casi nada se sabe, fue una conjetura mía señor-.
Era un pueblo pobre y su pobreza los igualaba a tal punto que los hombres y mujeres, a simple vista eran iguales, como si todos fuesen hermanos gemelos, los mismos gestos, las mismas narices, sus miradas, el orgullo, sus pocas palabras y esa forma lenta de hablar. Si señor, la pobreza los igualaba y parecían detenidos en el tiempo: entierros no había, ni nacimientos, tampoco viejos o niños, nadie nunca dijo que hacían con los muertos si es que los había. Creo que siempre tuvo la misma cantidad de gente, el pueblo ( por así decirlo), por que su pobreza no daba ni para uno más, cuando llegaba un forastero evidentemente otro desaparecía, tal fue mi caso, por que si cuando llegue eran veinte, en algún momento después recuerdo haberlos contado e incluyéndome éramos veinte, es decir, que seguíamos siendo veinte. ¿Y quién desapareció? -No sé señor, no sé-. Lo que sí sé, que al poquito tiempo, al forastero, la pobreza lo igualaba y eso lo pude comprobar cuando por casualidad me mire en el espejo del orgullo, el único espejo hay y que está colgado en el centro de la plaza, en el tronco de algarrobo y es para eso, para verse orgulloso; como dije, lo pude comprobar mirándome ahí, mi cara era la misma cara de ellos, la nariz, la mirada y esa forma lenta de hablar para casi no decir palabra. Y le voy a confesar señor, que me sentía orgulloso, muy orgulloso de ser parte de tanta pobreza.
-Si señor, muy orgulloso, no sé, no recuerdo como legué a aquel pueblo ( por así llamarlo) pues el tiempo dejo de existir, ni cuanto tiempo estuve, quizás un segundo y la fragancia de tal pobreza lo hizo una eternidad, digo aquel pobre orgullo, no sé señor, no sé. Tampoco como me fui, me parece que a lo lejos veía llegar otro forastero, es mi impresión, no lo recuerdo. Y ahora estoy aquí, con usted señor contándole esto que a lo mejor conoce, por que lo extraño y deseo volver, necesito esa pobreza que nos igualaba, ese orgullo de ser pobre, deseo volver Señor, deseo y no sé como hacer, acá hay tanta hipocresía...-

En él nombra del Padre
Del Hijo
Y del Espíritu Santo
...Amén.

Texto agregado el 02-10-2003, y leído por 356 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
24-10-2003 sacanueces: me sorprendes cada vez mas. Recibe mi abrazo, recíbelo por favor sooz
 
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