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Domingo por la mañana. En la sala, Tomás ve fútbol mientras desayuna. La madre está en la cocina, lavando el servicio, escuchando música.
- Apaga un rato – le dice el padre a Tomás -. Voy a arreglar el fluorescente del baño.
Antes de que Tomás diga algo, el padre baja la palanca de luz que está cerca de la entrada.
- ¡Se fue la luz! – grita la madre desde la cocina.
- ¡Yo he bajado la palanca!¡Voy a arreglar el fluorescente!
- ¡Cualquiera avisa!¡Cortaste la canción!
El padre regresa al baño. Tomás se levanta y va hasta la cocina para dejar su taza.
- Lávala – le dice su mamá mientras acomoda los platos en el secador.
- Má...
- Ya se te está pegando la flojera de cierta persona.
Tomás termina de lavar la taza y se va a su cuarto.
El padre pasa cerca de la cocina. Va hasta un armario y revuelve la caja de herramientas. Sobrepasa los sesenta años, pero sus brazos son todavía los de un oso. Su rostro, amargo y lleno de arrugas.
- ¿A qué hora pones la luz? Quiero escuchar música – le dice con frialdad su mujer. Ella es diez años más joven.
Él no responde y desempolva un alicate.
- Te estoy hablando.
Silencio total.
- ¡Te estoy hablando, malcriado!
- ¡¡Carajo!! – estalla él, tirando el alicate a la caja -. ¡Ahorita arreglo todo! Para jodida nadie te gana, puta madre...
Ella está a punto de responder. Como siempre, calla.
El eco de los gritos llega hasta el cuarto de Tomás. Este juega con Chocolate. Ambos están en la cama. Tomás le aprieta el hocico y Chocolate se zafa y le muerde la mano, el brazo. Tomás juega con mucho cuidado, no quiere dañar más la patita de su amigo. Hace una semana, cuando el perrito se robó le presa del plato del padre, éste le dio una patada que lo dejó así.
Se escucha un nuevo grito afuera. Tomás se levanta y entreabre la puerta. Chocolate lo sigue, cojeando.
- ¡Ya subí la palanca!
Silencio.
- Prende tu radio, pues – insiste él.
- Ya no quiero escuchar – dice ella y sigue acomodando el servicio en el repostero.
Tomás ve cómo su padre camina hasta la cocina con el alicate en la mano.
- No te la des de viva – le advierte a su mujer, apuntándole con la herramienta.
- Mejor cállate, Hernando, y sigue en lo tuyo.
- ¡A mí nadie me calla! – grita el padre -.¡Carajo!En vez de estar descansando de ese trabajo de mula que tengo, me pongo a arreglar esta porquería y encima me vienes a callar...
- Si trabajas como mula es porque quieres – se arma ella de valor -. Para tener un mejor trabajo hay que esforzarse y no andar de lamentoso. Y si no quieres ayudar en la casa entonces no lo hagas. Total, no te preocupas de nosotros en toda la semana...
- ¿Osea que de lunes a sábado me voy a rascar la panza?¿Eso estás diciendo, idiota?¡Habla!
- Con la mucha plata que traes... ¿Quién paga el colegio de Tomás?¿Quién está poniendo para la comida de estos días? Yo pues, la esclava.
- Yo me preocupo por mi hijo – dice él, con menos énfasis.
- ¿Así? Por eso pateas a su perro, ¿no?
- ¡No hables de ese perro pulgoso de mierda!
- ¡Pues a ese pulgoso lo quiere más que a ti!
Él le da un manotazo en la cara. Tomás se sobresalta y cierra la puerta. Coge a Chocolate y lo estrecha contra su pecho. Desea, con todas sus fuerzas, que su padre se vaya a lo más profundo de los infiernos.

......................

A la una de la tarde, ya varias familias del barrio están almorzando. Tomás sale de su cuarto. No quiere seguir escuchando los sollozos de la habitación contigua. Ha dejado a Chocolate.
Se sienta en la sala a leer una novela de aventuras. De pronto, ese gran oso que es su padre se acerca. Tomás siente miedo: ¿Y si podía leer sus pensamientos? ¿Sabría su padre que hace tiempo, secretamente, le deseaba la muerte?
- Baja la palanca – le ordena a Tomás.
Él deja el libro, pierde la página. Levanta la temblorosa mano hasta la caja de electricidad. Cumple la orden inaplazable.
El padre regresa al baño. Está furioso:el maldito fluorescente no enciende. Observa los cables pelados una vez más. Los manipula con seguridad. ¿Hasta qué hora seguiría ahí? Ya tenía hambre. Fluorescente de mierda.
Cuando la madre sale del cuarto, con los ojos húmedos, ve a Tomás con la mano extendida hacia la palanca de luz. Ella siente que el corazón se le sale por la boca. Sabe que de una palabra suya depende todo. Sin embargo, pudiendo gritar, no lo hace.Ve cómo Tomás baja la palanca lentamente. Un grito desgarrador.

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Texto agregado el 05-09-2005, y leído por 131 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
12-11-2005 Es buenísimo! Estrellas. marukgal
12-09-2005 Me gustó, corto y preciso, aunque hubiese sido bueno prefundizar un poco más en los sentimientos de Tomás. nikova
10-09-2005 me gustó tu texto¡¡mis 5* i mis saludos monilili
 
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