Los días son cortos. Cortos. Cortos. Se van en dos pensamientos o en un sueño. Pero no quiero hablar de sueños o pensamientos, porque no tengo ganas. Porque sinceramente no sé de qué tengo ganas, pero es de algo, o quizás simplemente hablar y poner los ojos turnios. Y no es que espere que pase algo en específico, porque mi nueva puesta en escena existencial me prohibe el asunto de intentar modificar el futuro en pos de la satisfacción del presente, pero a la vez me abre demasiado hacia las personas con las cuales se me chorrean las pupilas internas -hermosa frase aquella, me dije al escribirla-. Los días son tan cortos que no alcanzo a escribir todo lo que quiera o ver el cine que tengo guardado en cajitas transparentes. No alcanzo a forrar la libreta y a escribir desesperadamente que de a poco se va llenando el saco de los recuerdos y me pongo paranoico y loco y esperante de lo que pueda decirme mi fantasma preferido antes de dormirme. ¡Qué cosas! Es la fuga. La fuga, chico. La fuga, pequeña mujer guaripola cabriola. La fuga y la fuga, la tocata y la fuga, de Bach. Johann Sebastian, y Chopin, pero hace tiempo que lo tengo en la memoria y ando más, como te diría, rallado. Sin estarlo. Porque a ratos me pongo nihilista, y eso que yo no lo soy, porque me gusta Albert Camus y las cosas existencialmente tristes, sin solución, mareas y amores imposibles, y fantasmas que te sacuden como fuego las entrañas para después hacer escritos eternos y eternos y eternos que buscan la redención en las palabras sueltas, que parezcan rudas o con cigarro bajo la lluvia; estética de castillos y cosas absurdas. Pero de las absurdas que gustan y dejan un extraño sabor a ácido bencénico en el paladar. Llueve fuerte, fuerte. Yo recuerdo a ratos, y más es lo que recuerdo que lo que te escribo. Porque después ceso, y no escribo más. Y cuando pasan esos momentos es cuando debo decir, atrofiado, que me declaro hermético e incapacitado, que traducido a un lenguaje más ad hoc a la vida sería algo como:"ya no puedo hablar, se me cortan las palabras. Me paro frente a un espejo y lo que veo en él soy yo pero sin facciones. Soy yo, pero como el bicho Samsa. Yo y dos ojos sin brillo, o con mucho. Y me alieno, y ya no sé dónde hurgar para encontrar el nexo, y decirte, no sé, que en este momento lo único que deseo es estar en el lugar que me soñaba, pero que vagamente recuerdo, ¡pero sé! ¡sé que existe! porque lo creé con la ilusión de un pájaro de madera, que no es pinocho ni mucho menos, pero que de ilusión harto tiene. Como volar. Pero ya no lo puedo decir, porque no sé buscar el contexto, no encuentro la forma coherente de decir que ya saturé mi lógica y caí en un barranco mutante en donde el silencio es dulce y hablar es máquina alfarera, o que querer se forma de la compañía, la complicidad, y no el aprendizaje de los tutores, y no la experiencia desgastada para los años postreros y las búsquedas de la sabiduría que no existe. Porque al final nada sé de que no sé que nada. Porque al término de todo de seguro hay una vuelta de tuerca que, ¡rayos!, no previste, o nulidad pura y sorda, y no tengo la más mínima idea de lo que estoy diciendo puede ser entendido o no... y no es a propósito o por desmerecer a la expresión simia, pero es que de verdad parece que se cayó un cráter en tu planeta, y el azufre se me pega en la traquea y no me deja tomar del jugo que me das cuando te visito a estas horas, que no son horas prudentes pero a mí me gustan. Siempre me gustan. Porque si no me gustaran sería un gusano, una pulga viva sacudiéndose en busca de cementos y maderas, y de ladrillos con rostro de nube y mujer, y esperanza de que mañana Saigón el semita, el primer conquistador mundial, resucite y me regale un sable antiguo de cobre; sería tan feliz". ¿Ves que ves que ves que ves? Y alguna vez habrá un lugar, o un monte verde o plano, un sitio rasca, seco, hermoso, vacío, en donde las ranas tengan libertad de croar por las noches y las noches tengan la libertad de hacer la oscuridad y no ser aniquiladas por las luces neones de las ciudades putas. Porque así debe ser desde el momento en que el mono domina a la gacela, o el drakkar se quema con el vikingo adentro, como las negaciones o el psicoanálisis, o lo que estaba diciendo antes pero no escribí porque no me alcanzó la idea de caber adentro de un balde de agua fría de mañana; de mañana y pasado mañana. De futuro y ciencia ficción y Ray Bradbury cantando cumbias en el desierto de atacama... sin negación. Aún. Aún es tiempo. Siempre se puede empezar de arriba y subir y subir. ¿Crear una máquina que vuele como los pájaros de madera?¿te gustaría? Yo hago los planos, tú ejecutas el trabajo pesado. Yo me siento en la popa y me tiro del aire al aire, en busca de la panacea, la felicidad y esos cuentos. Y escucho "San Francisco", el tema de los hippies, y obviamente tarareo con emoción sincera y hasta lloro, porque escuchar "San Francisco" volando de nube en nube es para llorar. |