ACTO I
(Actores: Oscuridades. Escenario: Arriba)
Oscuridades pretenden profundizar las sombras, se activan.
Con un clic en el automatismo del pensamiento,
arman tretas, alianzas, emboscadas, definen terrorismos y lo aplican.
Armas nucleares decretan inofensivas porque:
a) son puntas nucleares de un material empobrecido,
b) para los receptores, pobres de nacimiento, entonces,
a) mas b) es igual: pobre con empobrecido no hace daño.
Inofensivas. No va a causar daño, porque eso será transformado en luces de colores verde brillante sobre negro, y entonces, el objetivo no es visto, y si voltean al lado, pues, está clarísimo que no ofendió a la gente, a lo único que consideran gente: ellos mismos.
Mapas de empapelado en su vida, con el planeta orientado a sus pies, el resto.
(Y perdón, me perdí en el punto en que orientaron así al globito: ¿y quién dijo qué eso era norte, y eso sur y eso este y eso oeste?).
Me despierto y los veo mirándose a si mismos, ahora entiendo: el globo terráqueo se les hincha en los talones. Una pústula inmensa, un absceso.
¿Dónde drenarla? y ese trayecto amoroso planetario, es marcado por las venas negras del petróleo, recorrido linfático del negocio, o el uranio, o el estaño, o el carbón. Sobre la superficie algo se mueve, estorba. Y ven la radiografía y van viendo, y luego la tomografía y siguen, y como que por aquí se ve el trayecto, pero no visualizan todavía lo preciso de las venas, habría que meter contraste, aproximarse mas, mas violento: necesitan el cateterismo.
Procedimiento cruento, pedirán autorización, harán advertencias a los representantes de los afectados, y firme aquí que a lo mejor es peligrosa la cosa.
ACTO II
(Actores: Marionetas. Dueños de las marionetas. Escenario: Arriba)
Marionetas encorbatadas sabidas de minutos en sus derechos de palabra: dos para el halago propio y uno, de aplausos para el resto del semicírculo de homólogos de sus haberes. Pendientes de la cadencia precisa del discurso, pausas requeridas en las cabinas de voces (sin acento) de los idiomas oficiales. No hay dialectos.
¿Cuánto hay para tu voto por el mío?; ¿tu resolución es ésta y esta la mía? ¿ A dónde está tal puesto?, con el mapa turístico en la axila, y de tanta migración y hastío, la pareja se va llenado de migraña; los niños hace años ausentes en polvos y pastillas; el país de origen un recuerdo intermitente entre las sombras, no le pertenece. Se presentan entre sí en los caféses, en los lonches y en las fiestas, embajadas hacen su agosto de agasajos, caminan felices entre sombras. Sobre la falda de miseria de sus naturalezas, que olvidan rápidos, entre pactos necesarios al oficio.
En las tarimas, los otros, inmutables, precisando sus marionetas, peinadas, perfumadas y vestidas, regresan al semicírculo, alzan manos. Cuentan.
ACTO III
(Actores: Oscuridades. Escenario: abajo, a un lado y al otro)
Inyectan el contraste en el vecino permisivo hipotecado. En el vecino al tumor, eso es preciso. Todo el recorrido se ve claro. Es aquí, decretan los expertos. Hay que drenarlo. Con permiso, van pasando y firme hojas de letras chiquiticas donde dice que es muy maligno, que se muere si no entran, y que si entran y se muere no es su culpa. Autorizados así, pues entran.
ACTO IV
(Actores: verdes, naranjas, azules, arcillas. Escenario: abajo)
Abajo: verdes, naranjas, azules, arcilllas, otra es la cosa. Están ahí, contemplando las noticias en la radio, salpicados de cumbias, ballenatos, gritos. Igual en todas partes: movidos sobre la pústula. Pero no tienen agujas ponzoñosas. Lo saben. Los juzgan hagan lo que hagan, sean lo que quieran, no importa: si rezan y se tapan hasta las narices: son unos bárbaros, no les gusta. Los que bailan sin camisa tampoco sirve, son herejes.
Las noticias insisten en dar explicaciones oligofrénicas y en vez de decir los volúmenes de riqueza atascada en cualquier suelo, o los carbones de montones de minas, pretenden explicarnos que es porque la piel arriba era muy dura, tenía pelos o era lampiña. Y algunos, lo repiten como loros. Mientras en cualquier diseño, los de arriba dibujan un tubo grande: hacen la grieta. Porque así debió ser el planeta: ascendente siempre hacia sus vidas.
Verdes. Naranjas. Azules. Arcillas. Arriba no dialogan, drenan un absceso y éstos, cargados de verdes, naranjas y azules estan encima del pavimento, como siempre, pudieron haber nacido en otra parte, no es culpa de oscuridades, es destino.
Están ahí, moviéndose. Sentados en sillas desvencijadas, enseñan amarillas imágenes pretéritas a sus hijos sin futuro. Absortos, contemplan las toninas suspenderse entre la brisa. Oran recatados a sus dioses o los bailan imprudentes en sus caricias.
ACTO V
(Actores: las empobrecidas. Escenario: abajo)
Llegan ellas autorizadas y aplaudidas, las que empobrecidas, se equivocan en su ruta y rompen en migajas la frágil y sutil historia de colores: pobres.
ACTO VI
(Actores: Ex prójimo, el miedo. Escenario: abajo en la cicatriz)
El miedo encadena al ex prójimo, lo apabulla, llora en silencio el por qué la cigüeña se equivoca y lo zumba talón abajo, en la corriente. Quiere ser otro y no puede. Al final, dice en sus adentros: la empobrecida no me toca.
ACTO VII
(Actores, el miedo, Escenario: abajo, el queloide)
Mientras, en la superficie queda otra cosa, expulsadas de la tierra sus semillas, sus verdes, naranjas, azules, imágenes, brincos, amores y sonrisas.
El miedo del ex prójimo queda tatuado en mueca. Balbucea su multilinguismo atiborrado de no pertenecerse, de mentiras. Se hincha, se separa, disocia su vida del resto. Perdidas sus entrañas, no suma.
Desde arriba, satelitales, quedan, quedan: queloides, de la cicatriz abollada empobrecida.
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