Por una explosión nuclear, las moléculas luchaban por sobrevivir. Se alimentaban de la energía de las otras. No dormían. Sólo se preparaban para el gran momento.
Cuando llegó, varios millones de ellas participaron en una espectacular orgía, produciendo fuegos artificiales, estrellas fugaces, los Reyes Magos, Santa Claus (Papá Noél para los amigos), la ciudad de Belén, un portal (chavola, diría yo) en esa ciudad, San José, la Virgen María, el Espíritu Santo, el niño Jesús, los pastores, zambombas, panderetas, regalos, y demás adornos navideños. Pero una milésima de segundo antes, un extraño ser surgió de alguna manera desconocida: era el Hombre.
Se puso en pie, abrió los ojos, frunció el entrecejo y tosió un poco de barro. Entonces dijo:
- ¡Vaya por Dios!
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