Siento tu aliento en mi piel, todo se desvanece, la realidad es tan ambigua, y me pierdo entre los recuerdos mientras la melodía suena, esa voz...
Guardé mis recuerdos en un pequeño cofre y tiré la llave. Pero consiguieron escapar al caer la noche y al resonar los acordes contemplando el vacío me hallaron. Silenciosamente me rodearon y convirtieron mi solitud en una intangible y vil prisión. Y así permanezco en quietud en este recóndito lugar, sintiendo su respiración, su tacto, su mirada, su olor, su sabor,... su presencia. Al tender mi mano al aire aún puedo sentir la suya estrechando la mía, mientras percibo el calor de sus susurros. Pero con solo pestañear todo vuelve a ser una habitación vacía, en la que resuena una melodía y una melancólica vela se consume.
He de escapar. He de volver a desterrar mis recuerdos. Pero, ¿cómo escapar de esta prisión?
No hay barrotes, no hay cerraduras, no hay guardias. Solo hay pensamientos.
Necesito sofocar esta ansiedad que srece en mi pecho, que me arrastra y me asfixia. No puedo respirar. Todo se vuelve más borroso. La luz. La vela. La claridad. Quiero su purificación, deseo vencer la prisión que oprime mi alma. La vela se encuentra entre mis manos, lentamente se va volcando hasta que la ardiente cera líquida cae sobre mis desnudas muñecas, corrompiendo la blanca tez, destruyendo su pureza, mitigando la ansiedad e incrementando el deseo. El deseo del dolor, es un deseo incontrolable, donde el dolor y el placer se funden, donde el calor de la llama se convierte en un gélido soplo. Y ahora mis venas arden y solo puedo pedir más dolor, así los recuerdos dejarán de atormentarme con tanta fiereza.
¡Que dulce castigo! Un sufrimiento tan intenso que embriaga, que ciega los sentidos y mantiene la mente en letargo en la tierra de Morfeo, más allá de la vida, más allá de la muerte, donde no existe el bien y no tiene cabida el mal, es el lugar donde los recuerdos pueden danzar libremente, y donde puedo saborear ávidamente mi preciada melancolía.
Mientras la consciencia vuela en el firmamento, el cuerpo se retuerce entre unas sábanas de un rojo profundo. La cera ha quedado esparcida por el suelo, ya no hay claridad, solo queda la melodía y un casi imperceptible murmullo procedente de unos desdichados labios que lloran su última lágrima, liberando su último lamento: "Lovesick".
(Aclaración: "Lovesick" es el título de la canción que suena en la habitación es del grupo "Escape with Romeo"^^) |