Ella caminaba con pasos rápidos para tomar el taxi, después de una jornada de trabajo extenuante como todos los días; su prisa tenía su origen en sus hijas, las que la esperaban como todos los días en su casa. Cada tarde se juntaban para comer o simplemente tomar un café y hablar, sobre todo hablar, a ella le encantaban esas reuniones en las que podía compartir y escuchar lo que cada una tenía que decir de sus vidas independiente que habían hecho.
Puede ser que por causa del apuro que tenía no se percató que en la otra dirección de la calle caminaba un hombre más o menos de la misma edad de ella y que venía observándola a medida que se iba acercando. Cuando estuvo casi encima, él la saludó por su nombre... y ella palideció y en seguida reconoció su voz y sus ojos. ¿Cuántos años habían pasado? quince, da lo mismo era suficiente tiempo para dejar atrás una experiencia que no quería volver a repetir y que con el paso de los años, aunque permanecía intacta, la ignoraba. Pero ahora él estaba ahí en frente de ella; volvió al momento y también lo saludó con un tono serio. "¿Cómo estás? Ha pasado tanto tiempo...¿podemos hablar? No, era imposible ¿cómo hablar con él? con el hombre que era responsable de muchas desilusiones e inseguridades que tenía ella en su vida, con el reponsable de que no confiara en nadie... Imposible, él la obligó a refugiarse en su rutina diaria, el cuidado de sus hijas, verlas crecer, su trabajo, etc., y de pronto aparece y como si nada hubiera pasado pretende reanudar una conversación que debería haber sucedido hace muchos años atrás, en la cual ella esperaba que recapacitara, que se arrepintiera y que le dijera que sólo quería estar con ella por el resto de su vida.
Pero no fue así, la dejó le dio la espalda y la olvidó...
Fue esa noche, en la puerta de su casa, como siempre en medio de una discusión buscando al culpable de que esa relación ya no se pudiera sobrellevar. Había amor, ella lo sentía, aun cuando no él no lo demostraba, sin embargo esa vez fue distinto, sus ojos sólo demostraban frialdad y las palabras que salieron de sus labios se lo confirmaron: "No tiene sentido, no vamos para ningún lado...", junto con otras expresiones como "no eres lo que yo busco" o " me di cuenta que ya no te necesito". Al asimilar todo se sentía horrible, cómo podía ser posible que después de todo lo que él significaba para ella, ahora fuera tan hiriente. Y qué pasó con todo lo que ella le había entregado, no es cuestión sólo de amor o pasión, es todo: amistad, confianza, respeto, apoyo y la seguridad de que siempre lo iba a amar, siempre.
Aquella vez no lloró, no derramó ni na sola lágrima, al contrario de otras veces en las que el llanto irrumpía y se hacía insostenible y peor una discusión. No, no hubo llanto, será porque no lo creía, porque pensaba que era una confusión, quién sabe. Sólo le dio la espalda, se fue caminando con paso seguro y ella se quedó mirandolo por un largo rato hasta que desapareció de su vista, hasta que desaparació para siempre de su vida.
Al menos eso creía hasta este momento, porque aunque no se fue de la ciudad, dejó de frecuentar los lugares en los que sabía que podía encontrarlo, evitó caminar por las calles que posiblemente él podía transitar. No era una ciudad muy grande, eso es cierto, pero al menos lo suficiente para no toparse nuevamente con él hasta este momento.
Que sucedió. Sucedió que ahora no era la misma, había cambiado mucho y podía mirarlo a la cara con la misma frialdad que lo había hecho él alguna vez. Ahora era capaz de no dejarse llevar por sentimentalismos o recuerdos de lo que había significado en su vida. Sí, lo había olvidado, lo comprobó justo en ese instante, todo había quedado atrás. Y cuando él intentó hablar de aquello que los había unido alguna vez, ella simplemente lo miró, sonrió y le dijo adiós.
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Para aquellos que quieran leerlo, a mi amiga Pucky que siempre me anima a escribir y que es mi gran incentivo. |