Te vas y me dejas
y dices que me quieres,
de mi alma te alejas,
a mi corazón lo hieres.
Me quedo pensando,
en aquellos besos,
y estoy recordando,
tus labios traviesos.
Jugabas con fuego,
al tocar mi cuerpo,
y partiste luego,
dejándome muerto.
Recuerdo tu piel,
tan suave y caliente,
tus besos de miel
y tu boca ardiente.
Las caricias finas
que solias darme,
las horas divinas,
para deleitarme.
Que dicha tan grande,
que no volverá,
porque esta tarde,
para siempre se irá.
Se irá de mi lado,
así como llegó,
y yo habré quedado,
frío y sin calor.
Que triste es la vida,
cuando hay despedidas,
dejan mil heridas,
que nunca se olvidan.
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