Dentro de las paredes de un palacio teñido por el azul de una noche de primavera,
detrás de la fuente cristal donde la miel sale a borbotones, se puede vislumbrar a la princesa de las azucenas. Aquella joven de los labios rosas, del olor a jazmines, la del pensamiento místico.
Todos los días un joven viajero ruega a los cuatro vientos que su sueño se haga realidad. Un sueño imposible para la mente de los que no creen en la magia del viento o de lo hermoso que puede ser la muerte.
Hora tras hora el pintor errante, dibuja la misma escena, una donde el joven viajero queda embrujado por la bellaza de aquella dama, en donde los dioses se detienen a mirar el dulce caminar de aquella que ha robado sueños durante mucho tiempo.
Refugiada en el aposento de un espejo, la joven, la soberana de los placeres de la vida, observa a su más reciente pretendiente, lo mira con un aire de esperanza desalentadora, con un encanto fugaz.
El pintor nunca cambia su obra, el panorama nunca cambia, un joven siempre esperando, siempre pensando, siempre escribiendo y una princesa siempre observando, siempre preguntando y siempre temiendo.
Dentro de las hojas del viajero las palabras se repiten: un infinito de abstracciones, de sutiles pensamientos, pero se puede hallar uno con una facilidad enorme, como la facilidad que tiene la joven encantadora, la que ha resuelto guerras universales, la mentora de los grandes sabios.
Cerca del palacio un árbol vigila la entrada y resguarda a la soberana, celosamente permite el paso del viento y con violencia apasionada desaloja a los intrusos, a los ladrones que quieren robarse una mirada, a los forasteros que no entienden lo peligroso de aventurarse en la misión de hablarle, pues todo el que le llega a dirigir una palabra termina repitiendo la misma frase para así nunca dejar de estar atormentados por la desdicha de su mala suerte.
Minuto a minuto los regalos a joven son entregados y minuto con minuto son desechadas las mas grandes baratijas que el hombre haya podido descubrir, pero esta vez algo quedo dentro de los aposentos que nunca igualaran a la grandeza de aquella que con delicadeza guardo un hoja con solo simples palabras.
Muy a lo lejos el mundo esta cambiando, pues un juglar logro divulgar la noticia, con un canto irreverente y desentonado cuenta a los jóvenes del pueblo, que aquella jovencita de la piel de nácar, de figura de porcelana ha tenido guardado un objeto de los miles que segundo a segundo recibe.
El susurro del viento le hace llegar la noticia al joven viajero de que sus palabras caóticas han sido guardadas por aquella que ha despreciado las grandes maravillas del mundo de ensueño.
En el mundo de la realidad, la joven no puede rebajarse a estar con un viajero mal armado para la batalla de la arena o para las tormentas de desilusiones, pero en el mundo de los sueños los dos pueden amarse sin reparo.
La meditación ha llevado al viajero a guardar sus palabras y no caer en el misterio de la locura, ha decidió arrancar con pasión el deseo suscitado por la belleza de la joven que ha dado muestras de humano.
Una parte de los terrenos interminables del finito territorio de las desilusiones, se ha enterrado un cofre con los deseos de aquel que nunca fue hábil para los sentimientos.
Con el paso de las olas se arroja una pregunta, la princesa al pendiente de todo la toma y la medita con su corte de musas, donde poder estar seguros del mundo que no permite que se realice la bajeza del amor?
El sonido de la libélula se hace mas grande, el viajero regresa a las afuera del palacio, el peso de la desilusión ha sido liberado, el deseo ha quedado atrás, pero una chispa de esperanza siguen viajando con el.
Un fuego enrace el ambiente en el palacio, pues fue creado por algo mas que un pedazo de carbón, la princesa sabe que también ella contribuyo con la chispa, pero no quiere admitirlo.
Todo ha quedado en calma, el pintor sigue con su trabajo, el viajero a la espera de algo imposible y la princesa tomando el té sin ningún remordimiento.
Las palabras giran acompañando a las manecillas del reloj que van marcando el final de un vida poco acogedora, la princesa lo siente, pero sabe que nunca podrán estar unidos.
Apunto de terminar esta el pintor, cuando el viajero se acerca curioso por encontrar la respuesta de sus sueños.
Solo el árbol, y el palacio se ven reflejados cuando el viajero no se vio mas en el mundo.
Unas cuantas nubes y algunas aves estaban terminadas cuando la joven abandonó el palacio.
Solo dos colores faltan para terminar la obra, esos se quedaron en la imaginación del viajero.
La chispa sigue encendida pero no forma parte de la princesa .
Ahí donde quedó plasmada la esencia de aquellos jóvenes de distintas clases, distintos pensamientos, de distintos sueños, es ahí donde el joven puede amar a la princesa sin ningún reproche, sin reparo.
La chispa tal vez se encuentre perdida, pero cuando se encuentre, la princesa no tendrá dudas en que ese es el lugar deseado, y que de frente de ella, esta aquel que hizo un remolino de palabras.
Un cuadro olvidado ha quedado inconcluso, pero los dos siempre estarán ahí protagonizando la pintura incompleta de un amor que nunca estará terminado.
Ser ahi
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