De repente pasó fugazmente un aroma a hombre y palabras bien puestas. Tenía los ojos tiernos y tranquilos como un atardecer en el campo. Entonces buscaba algo, al parecer no lo encontraba. No me atreví a preguntarle puesto que no lo conocía bien, pero cuando me abrió su corazón a través de esas palabras sentí que atravesaba el otro lado del mundo. Me dio una señal para entrar a su mundo.

Sus labios trataron de tocar algo blando que acariciara su soledad y automáticamente mordí los míos. Lo que más me impresionó, eso sí, que me miró, había un ángel de luz, de ésos que te enseñan a vivir la vida de otra manera, lejos de las superficialidades. Luego sus manos se alzaron en busca de una nube, se subió a ella, y me invitó cortésmente a pasear por arriba del smog de Santiago. Su luz me dio la calidez que esperaba, suave y transparente. Pero algo cruzó mi pecho, algo parecido a un flechazo.

¿Será?