Sin duda había sido magnífico.
Nekane respiraba entrecortadamente apoyada en la pared más cercana.
No estaba asustada sino más bien… ¡no lo sabía! LO que acababa de presenciar no podía expresarse con palabras.
Había sido tan distinto de cómo siempre se había imaginado días y noches atrás.
Fue una mezcla de magia y fantasía, una conexión tan profunda que podía haber leído sus pensamientos si hubiese querido pero, ¿para qué? Si todo había quedado resumido en dos palabras. Dos palabras que, con un cosquilleo, se metieron en su mente y, aún ahora, podía sentir su boca rozando la oreja por donde le había oído susurrar aquel
Se sentó en el suelo aún temblando de la emoción y se acarició los brazos tal y como le había hecho él. Podía recordar como sus cálidas manos la atraían a su cara y como tropezaban sus narices…No. Había sido un sueño. Estaba segura, ¡no podía ser verdad!
Rozó con ternura sus finos labios y suspiró al evocar el dulce néctar de la boca de Will.
¿Cómo había surgido aquello? Hacía años que de sus miradas brotaba el amor, pero quizás por vergüenza o por alguna otra circunstancia nunca se habían atrevido a dar ese paso que tan solo unos minutos atrás se había hecho realidad.
Se sentía como la princesa de aquellos cuentos que poblaban sus recuerdos de la infancia y siempre acababan en final feliz.
La sonrisa que brillaba en su cara se fue apagando mientras se preguntaba, ¿tendría aquello también un final feliz?
Se metió en su cabeza que todo aquello había sido un juego, que ya no lo volvería a ver y, como si de un ángel se tratase, Will apareció junto a ella.
La elevó con sus enormes brazos y borró las lágrimas que corrían por sus ojos, donde leyó el miedo a la perdida del anhelado amor.
Atrajo su cara y bebió de sus labios el miedo y la tristeza, sellando las dudas que nublaban los pensamientos de Nekane, rememorando el primer beso con el que habían firmado su amor.