Todos los días, al pasar por la plaza El Llano a mediodía, la misma escena:
Un barrendero municipal va con una bolsa a vaciar el basurero de la plaza. Es un anciano lento y sin fuerzas. Todos los dias, al verlo acercarse al bote de desperdicios, va el perro a comerse la basura y revolverla. Y mientras el anciano trabajador lucha por echar la basura en la bolsa, el perro con más ganas se mete en el saco y la desparrama. Así se pasan la tarde, uno intentando meterla dentro. El otro, obstinadamente sacándola de su lugar. El hombre, sin fuerzas por causa de su avanzada edad observa con impotencia al perro con medio cuerpo dentro del saco, masticando los restos de cualquier cosa. Mientras, con una mano intenta correrlo a costa de mínimos empujones que la bestia no percibe...

Al terminar la tarde, se van cada uno a su rincón nuevamente, a esperar el próximo encuentro por la basura. Uno preocupado por limpiar. El otro, animal, empedernido por volver a esparcirla por la plaza. Así se le pasa la vida a la pareja, hasta que uno de los dos falte para siempre a esta cita involuntariamente concertada. Lo único malo es que no sabremos si al final será el anciano quien logre reunir toda la basura dentro de la bolsa, o si será el perro quien termine por espacirla en la plaza...