Hoy he tenido un mal día y todo por culpa de los “ listillos “. Creo que alguno me comprenderá. Salgo de casa tempranito para ir a Correos y al llegar ya había una cola que llegaba a la puerta de salida. Me pongo en la cola a esperar pacientemente y cuando me va a tocar mi turno se me cuela un listillo. Sí, así, por la cara. Me quedé tan sorprendida que ni pude reaccionar, menos mal que el resto de personas se enzarzó en una pelea dialéctica con el susodicho y yo pude hacer mi gestión, pero con mal sabor de boca. Aproveché para ir al banco, ya que estamos a primeros de mes y necesito hacer algunos pagos. Me pongo pacientemente en la cola correspondiente y hete aquí que cuando me toca el turno se cuela un señor mayor sin decir ni pío. Me callé pero no así el resto de personas que le llamaron la atención y tuvo que ponerse en su sitio. Yo terminé en el banco y entré en el supermercado de la esquina. Os lo imagináis ya, no? Me pongo en la cola de turno, pacientemente, repito, pacientemente. Cuando estoy colocando los productos en la cinta llega una señora toda agitada y sin decir nada se pone delante y le dice a la cajera que sólo lleva tres cositas de nada y que le cobre. Bueno, lo de la paciencia se me estaba acabando ya, menos mal que la cajera le dijo que esperara su turno. Salí pensando en la clase de persona que es cuando no le importa respetar una norma tan pequeña como la de esperar el turno en la cola, qué se puede esperar de alguien así…Cogí el coche y de vuelta a casa ya no pude aguantar más, en el carril de la derecha a mi lado, se coloca un coche que se ha saltado todo el carril. Pensaréis que soy mala, pero es que llevaba un día…Total, que no lo dejé ponerse delante, y es más, saqué el dedo corazón de la mano derecha, lo puse en alto, y se lo enseñé al conductor…Me sentí con un subidón de adrenalina, en serio. Pero es que a veces los “ listillos “ me matan, sobre todo si me los encuentro a todos el mismo día.
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