De esta manera, las tres jóvenes amazonas conducen a Afrodita ante Talestris, en su camino, las demás amazonas abrenles el paso y casi se inclinan en reverencia ante tan bella y luminosa joven. Su paso provoca admiración, la perfección de su talle, el delicado trazo de sus rasgos, el ingrávido ritmo de su caminar, el dorado fulgor de sus cabellos y la luz esmeralda de sus ojos, otorganle majestad divina.
Al verla, Talestris le dice:
- Venid a mí, joven deidad, hija de Zeus - dibujando una leve sonrisa en su rostro - veo que habéis despertado.
¿Qué os hizo desmayar?...¿desvanecer aterrorizada?
- Fue una flecha lanzada por una de tus guerreras, la saeta pasó muy cerca de mi hombro, casi pude sentir su fino murmullo de muerte. No sabéis que horror sentí, ¿cómo es posible que le suceda esto a una diosa del Olimpo?
- Ah, es verdad - contesta Talestris mientras las demás amazonas sonríen levemente ante la inocencia de Afrodita - Yo creo mi querida diosa, que deberíais comenzar a practicar con el arco y así no temeríais a las flechas que rozan vuestra fina piel divina.
- Nunca seré una amazona, por cierto os lo digo
Talestris, no pretendáis unirme a vuestro ejército de guerreras, ya sabéis mi destino: Ser la diosa del amor y la belleza. Mas no he venido a deciros aquello sino a expresarte mi gratitud por haber salvado mi vida exponiendo la vuestra. Y desde ya debéis considerar que mi padre que mora en la mansión del Olimpo, os recompensará por tu noble acción.
- No sé si recibiré recompensa de vuestro padre, mas honro a Ares matando bárbaros y a todos aquellos que se opongan a nuestra expansión. Pero debo deciros que en esta oportunidad, ha sido un placer defender a tan luminosa joven descendida del cielo.
- Ya sé que dudáis de mi origen divino, mas no está
lejano el día en que veréis descender el ejército de
los cielos que vendrá en mi rescate. Ah, ya vereis
cabalgar en el cielo los jinetes de mi padre.
- Espero que sea el ejército de los cielos y no el
de los infiernos, y tenga que combatir con ellos para defenderos, mas si así fuese, tendré placer en cortar las cabezas de los demonios del infierno. Y no me sorprendería tener que enfrentar a la misma medusa, todo gracias a vuestras juveniles ravesuras.
- Tenéis la soberbia de los dioses Talestris. Vuestra ira es el susurro de la muerte... ay de aquellos que enfrenten el acero de tu espada o se interpongan en las rutas aéreas de tu flechas.
- Soy hija de un dios, como todas estas guerreras que aquí veis. Todas descendemos directamente de Ares y como vos hemos perdido la virtud de la inmortalidad lo que nos otorga la virtud de ser semi-diosas, protegidas por Artemisa y guiadas por el dios eterno de la guerra.
- También os protegeré cuando regrese al Olimpo, a mi padre pediré para que os lleve por caminos de victorias, de vosotras no me olvidaré.
- Agradecidas te estamos embajadora de la morada eterna, mas ahora id con mis hermanas que os alimentarán.
- ¿Alimentarme?, pues habláis con sabiduría noble
guerrera, ya que las diosas del Olimpo también debemos alimentarnos y por cierto os digo que los
acontecimientos de este día, han despertado mi apetito.
Iré con vuestras hermanas.
- Id rauda joven deidad, de otro modo terminareis
siendo la diosa del hambre y la fatiga
- contesta Talestris a Afrodita con una leve
sonrisa en sus labios - Id y deleitaos con los
manjares que mis hermanas os ofrecerán.
De esta manera, las jóvenes amazonas, conducen a
Afrodita al lugar donde se alimenta aquel avanzado
conjunto de mujeres guerreras. Al llegar a dicho lugar,
Afrodita aclara con mucha preocupación a las jóvenes:
- Debéis saber jóvenes guerreras que sólo tomo como alimento, ambrosía y néctar. No olvideis que una diosa soy.
- ¿Ambrosía y néctar? - pregunta Mintaka sorprendida por el requerimiento divino - pues no sabemos qué clase de alimento es ése.
- Es el alimento de los dioses, ambrosía... el fruto
del jardín del cielo - contesta Afrodita con serena
majestad - y néctar que fluye dulce y diáfano de la fuente de la vida eterna. De eso me he alimentado toda la vida, por esa razón soy inmortal, aunque como sabéis, he perdido momentáneamente ese don.
- Pues aquí cenareis del fruto de los jardines de
Grecia - aclara Alnilam mientras sonríe levemente
ironizando de los requerimientos alimenticios de la
diosa - y sólo podemos ofreceros agua fresca en lugar del néctar de la vida eterna.
- Así es Afrodita - intenta consolarla Mintaka - no
podemos obtener las cosas del Olimpo, pero estos
alimentos darán nuevas energías a vuestra mente y cuerpo.
- No puedo comer alimentos terrenales - contesta con cierta preocupación la deidad - podría morir o
convertirme en una mortal como vosotras.
Quédase entonces Afrodita, prisionera de oscuros y tristes pensamientos y de pronto eleva una plegaria al cielo:
- Oh Zeus, padre mío, asistid a vuestra hija que padece entre los mortales. Venid por mí con tu rayo atronador que rasga el aire con fuego y estruendo, enviad el ejército del cielo... los guerreros en sus corceles alados y sus espadas de oro refulgente. Despertad los centauros del mar con terribles tormentas marinas para que acudan en mi auxilio. Oh padre amado, venid por vuestra hija... que si ella muriera, de seguro se apagará la luz de todas las estrellas del cielo, de los astros y el universo sumirá en eterna oscuridad.
Oh padre mío, ¿cuanto más debo esperaros?. Por todos los dioses ! que lograis enfadarme !.
No creo que sea necesario recordaros que tengo
el carácter de mi madre, aquel que os aterroriza.
Paciente he sido, mas venid por mí o no os hablaré
durante siglos, bueno, aun no estoy enfadada, mas os prevengo.
Un silencio profundo apoderase de las jóvenes ante la sensible y extraña oración divina...transcurridos unos instantes, y luego que la diosa dejara escapar interminables suspiros desde su boca de rosa, rompe el silencio con sus
palabras:
- Está bien, está bien, comeré de vuestros terrenales alimentos, soy una diosa joven y debo alimentarme bien.
Finalmente mi apetito ha disipado mis divinos temores.
CONTINUARA....
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