El pelo castaño alborotado, los labios rojos, la piel pálida, los ojos verdes inundados, el rimel correteando por sus mejillas, las medias llenas de carreras, el collar de falsas perlas, el broche de azabache, los tacones destrozados. Ya está lista para sus dos francos.
Agotando sus fuerzas escala las calles del viejo barrio parisino que pasada la madrugada se llena de viejos borrachos de amor, enamorados de sus botellas de absenta. Suspira y solloza sin perder su belleza, ahoga su descuidada elegancia y clavando sus agujas entre las húmedas piedras, llega al oscuro escondrijo de amantes, de bohemios errantes.
Leve neblina olor a tabaco, copas vacías de licor empapadas por las notas de acordeón, mujeres de ojos tristes paseándose con su mejor sonrisa y ella, la más bella, rechazando los billetes de cincuenta de viejos desalmados. Ella sólo quiere dos francos.
Se sienta en una oscura esquina y se fuma un cigarrillo deslizando con cuidado el pitillo entre sus dedos para no desgarrarlo, cruza sus piernas para convertirse en una vieja y arrogante artista de cine, besando el negro humo y expulsándolo sin compasión hacia arriba como dicen que fuman los franceses, con sus labios carmín esperando con su brillo de estrella, a lo Marlene Dietrich, a sus dos francos.
Y aparece su hombre, con su barba de varios días y sus ojos secos, vestido con un roído jersey a rayas y unos desgastados pantalones de una tela que ha perdido su nombre, portando una bufanda que le protege no del frío, sino del calor. Se observan por unos instantes, no hablan, no se mueven, y al fin él se decide y le da sus dos francos, los dos francos que consigue al mes por vender algún cuadro o por matar a algún marinero con el corazón desgarrado.
Entre humos olvidados, entre absenta soñolienta, ella coge sus dos francos, los dos francos del amor, los dos francos de evasión, los dos francos que paga un pobre solitario enamorado para ser amado por aquella persona a la que quiere, una prostituta enamorada de cabello castaño, que ama, pero que no puede sentirse amada sin ser pagada.
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