He tenido bastante con ellos por hoy, borrachos y maltrechos, sin un peso en el bolsillo, y con ganas de complicar mi existencia tanto como la suya propia. Se tornaba peligroso el ambiente, la senda era larga, y la noche era espesa. Decidí darles las buenas noches, yo no estaba ebria, pero era mejor simular una borrachera para salir sin problemas.
Quería tomar un atajo, pues temía padecer un vulgar accidente, ellos, quizás, me seguian y no deseaba correr más riesgos.
Atravesé un par de arroyos practicamente deshidratados, estaba muy oscuro y no visualizaba que tenía enfrente. De pronto me sentí arrastrada por una fuerza monstruosa, mis ojos estaban muy abiertos, mi boca babeaba, mi cuerpo completamente erizado, y mi corazón latía sollozante. Al final la oscuridad fue completa, y ya no pude reconocer el terreno, ni siquiera mi propio organismo, hasta que todo se desvaneció.
Me contaron que aparecí varios kilometros al oeste del pueblo, atada de pies y manos, amordazada con mi propio cinto de cuero negro, sin mis zandalias, y rapada mi cabeza completamente. No recuerdo nada de lo sucedido, lo más extraño aún es que para todos ellos, no falté de casa ni por un momento. |