No existían entonces,
razones que lo mantuvieran en vida.
Sólo dormir eternamente quería.
Entonces dejó que la navaja,
cortara su vida.
Una mezcla de conciencia y cobardía,
impedían su partida.
Hasta que un día, sin ganas de vivir se levantó,
la angustia y confusión, llenaron su corazón.
Ambos fusionaron y convirtieron,
en una sola decisión.
Acabar con su vida, sin decir siquiera adiós.
Lo que sentía en esos instantes
era como su alma dejaba su cuerpo,
fue así como mareado cayó al suelo,
y esperó a que pasara el tiempo.
Resignado sentía como salía su último aliento.
Rendido en el piso, nadando entre sueños,
ahogándose en sangre y arrepentimiento.
El sentimiento que lo había invadido
a nadie confesó,
y en una tarde como esta
sin pensar en mí, a este mundo abandonó.
Y ahora yace aquí, su sutil figura,
la cuál reposa sin aliento.
La cual descansa, y duerme un sueño eterno.
Lleno de flores se encuentra su cuerpo,
el cual, se marchitará en poco tiempo
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