Parece que es definitivamente imposible que la normatividad no entre a regir siempre donde el hombre ponga un primer pie. Inexorable el hombre pasará a establecer reglas, a crear, consciente o inconscientemente, un sistema de signos que va engordando luego, con la evolución histórica y también con la crecida poblacional. Asimismo, la normativa, se va tornando cada vez más compleja a partir de la apropiación humana. El mundo real y cerrado pasa a formar parte del hombre apenas este lo toca. De su mundo de ideas y mitos. A partir de estas ideas y mitos es donde los hombres podrán convivir en forma pacífica y ordenada. La mitología según Barthes es una forma de hacer el mundo.
La obra de Barthes se refiere al mito como un habla, un mensaje formal, aparente e histórico por lo tanto evolutivo. Entonces, todo puede ser un mito. El universo es infinitamente sugestivo. Cada objeto puede pasar de una existencia cerrada, muda a un estado oral, abierto a la apropiación de la sociedad, pues ninguna ley impide hablar de las cosas. La historia humana es la que hace pasar lo real hacia el estado de habla, sólo ella regula la vida y la muerte del lenguaje mítico. El mito es un habla elegida por la historia. Todo puede servir de soporte para el habla mítica: escritura y representaciones, la fotografía el cine, el deporte, los espectáculos, la publicidad. El mito no puede definirse ni por su objeto o su materia, puesto que cualquier materia puede ser dotada arbitrariamente de significación. Es en esa territorialización de lo universal y mudo/cerrado, donde nacen los sistemas, la civilización, la reglamentación con sus juegos de encuentros sociales y modales. Nace el lenguaje que no necesariamente es verbal. Nace el ritual que no necesariamente es preciso.
El sistema de reglamentación humana puede ser estudiado desde una proyección de equivalencias. Así quien estudia las interacciones y las reglas en el tráfico de los peatones puede, también, estudiarlos en una cocina repleta según la teoría goffmaniana. Existe una especie de "proyeccionismo" para el estudio de ciertas normas de territorio, con resultados, muy económicos y sorprendentes. A partir del análisis de la interacción cotidiana Goffman llega a destapar ideas, que no le hacían necesario estudiar a cada uno de los habitantes de la sociedad completa. Esto lo logra gracias al fenómeno de las interacciones en el que se involucra en forma voluntaria, el hombre, desempeñando roles estereotipados mas o menos comunes, sistémicos, que funcionan como una plantilla que abarca a todos los habitantes del rebaño o a las mayorías. ¿Para qué poner bajo la lupa a millones, si con unos cuantos se puede llegar a lo mismo, en el mundo de las máscaras y los estereotipos?
El estudio cualitativo se convierte entonces en cuantitativo respecto a las masas debido a su propia naturaleza dócil que así lo permite. O mas bien se agencia algunos rasgos del análisis cuantitativo en tanto herramientas subsidiarias que economicen un trabajo que, de otra forma, sería gigantesco: por lo arduo y extenso, casi imposible. Resultaría como comprobar las formas circulares y las relaciones entre sus cateto-hipotenusa circunscritos, utilizando todas las formas circulares encontradas, incluyendo los planetas, cuando en realidad esto se puede hacer con uno solo desde el escritorio. El rebaño es análogo a esto. En la filosofía del martillo nietzscheano, el rebaño humano se encuentra en un estado de enmascaramiento y de sumisión conformista que no le permite encontrar al superhombre que lleva dentro. Goffman a partir de una muestra llega a conclusiones importantes globalmente. En este caso el paradigma del circulo universal equivale al paradigma social. Las relaciones radio-catetos se aplicarán tanto en el paradigma circular en el papel de igual forma que cogiendo la luna y midiéndola. Análogamente, una mujer nos respondería al ser cortejada, en un primer encuentro, de mas o menos la misma forma, sea en la esquina de nuestra casa, al igual como lo haría una bella hondureña en Tegucigalpa o una mexicana del DF. |