LA LEYENDA DEL CARDÓN

Flor al Sol Inca



Cuando el Inca reinaba la tierra era suya, y el aire y el sol, y los frutos de la tierra le pertenecían por derecho.
Su capacidad de asombro fue la brecha por donde se coló el invasor.
Sometió al hombre.
Aniquiló la cultura.
El crimen fue brutal.

El usurpador no llegó trayendo flores.
Trajo armas.
Biblias.
Poder.
Pesadilla.
Muerte.

La leyenda se alza rebelde y desesperada.

“En épocas de la conquista, el Inca, al ver que los españoles estaban dominando y martirizando a su pueblo, envió emisarios a los cuatro puntos del Imperio para organizar tropas y así dar un golpe mortal al invasor.

Los guerreros se apostaron en puntos clave por donde pasarían los conquistadores, esperando la orden de atacarlos por sorpresa.
Esta orden nunca llegó.

Los chasquis, mensajeros que transmitían órdenes y noticias, fueron capturados, torturados y muertos. Los valientes indios esperaron y esperaron y vieron, desorbitados, pasar a las tropas europeas sin recibir la orden de defender.
Permanecieron en sus puestos, desolados.

Pasó el tiempo.

La Pachamama, piadosa, los fue adormeciendo y haciéndolos parte de ella. Lentamente comenzaron a unirse sus pies a la greda, enraizando, absorbiendo los nutrientes de la Tierra Madre, quien los cubrió de espinas para evitar que dañaran su sueño.

Se dice que aún hoy estos estoicos vigías aguardan la orden que nunca llegará.”


Elevados hacia el cielo, en una espera azul y eterna, acariciando la utopía, abriéndose en flores esperanzadas de libertad, todavía esperan, convertidos en cardones.

Pero ya es el tiempo. Sus brazos púas se despiertan. De vuelta del adormecimiento, regresados de un calambre de centurias. Sienten la savia que una vez actuó de narcótico, inundarle el cuerpo vegetal. Se desperezan, visualizando el entorno que los rodea.
El rencor en la funda del machete.
Todo ha cambiado y nada ha cambiado.
El usurpador está, solo que su rostro y su ropa es diferente. Y sus intereses.

La tierra encierra sus voces…

su raíz..

resistir…

no somos tan pobres…

la tierra es nuestra…

trabajo…

justicia…

Los que construyen edificios, barren, lavan, siembran, cultivan, producen, sudan, manejan camiones y ponen la sangre en las guerras, son indios.

Sus aspiraciones siguen siendo recuperar las tierras, y conservar su religión, idioma, sangre e historia.

Son los que estaban primero, y los últimos en llegar al poder.

Forman tribus, comunidades, reservas escondidas en la selva amazónica, en las ciénagas de Paraguay, en las calles de La Paz, de Santiago de Chile, en la cordillera, en el chaco argentino, en todos los rincones del continente.

Algunos caminan a paso lento sobre el altiplano andino. Las piernas arqueadas soportan el peso de la historia y de la miseria. Sobre la espalda cargan sacos más grandes que ellos.

La resignación sobre sus espaldas.

Los que estaban antes y no son los primeros.
Por fin abren los ojos.
Por fin se movilizan.
Por fin vencen la aparente indolencia que no es inercia, sino mansedumbre.

Su batalla es la revuelta muda.
Regresar al pasado
Rescatar el mapa previo a la colonización.

Por siglos estuvieron anclados en la tierra, desapercibidos,
Mansos y aletargados pero no dormidos.
Ignorados y alertas.

Los crímenes hacia la humanidad se suceden. Se cambian los estilos.
El sometimiento, que se asemeja mucho a la debilidad, no es tal cuando el hombre, como el indio, se aferra a la cultura, enfunda el rencor, y resiste mansamente provocando caminos desde adentro.

Ese machete que otrora se rebeló en sangre, se torna blanco y se blande en reclamos por la justicia provocando un movimiento horizontal que acabe por fin con las opresiones.

Revuelta muda.
Entonces el poder será de los justos.

La utopía se acerca a pasos lentos. Casi la tocan los cardones con sus dedos altos y espinosos.

Un río de luz se perfila en la América India. Baja serpenteando entre las piedras.
El cardón aguarda la orden que habrá de rescatarlo de una inmovilidad de siglos.

Se abrirá la flor al sol Inca.