De Gentil Porte.

El silencio que antecede al toque de clarín, me envolvió siempre con su manto fervoroso y cálido, eran instantes en que mis ojos sólo estaban puestos en su figura erguida y su sereno rostro. Cuando la señal llegaba nítida y aguda, yo escuchaba su voz de niña de timbre diáfano y preciso.

Luego, la armonía de su marcha al marcial ritmo de tambores, me hacía sacar el pecho y levantar la frente con irreverente orgullo. Me maravillaba que su elegancia innata se acentuara, con el blanco de sus guantes que adornaban su impecable atuendo.

La excelencia de mi amada niña y mi jovencita adorada después, le granjeó el honor de portar la Enseña. Con ello, generosa me obsequió las más inolvidables y exquisitas sensaciones y aunque muchas veces el ondear de la bandera me escondiera su figura, yo adivinaba seguro la gentil hermosura de su porte.



30 de Septiembre del 2003.