Desilución.

Vivir en mi hogar es algo particular. A mí lóngeva edad, luego de tantas muertes y fracasos, solo me queda descubrir las noches iluminadas por mi grata compañia. Cuando me siento a escribir elevo mi pluma cantora y su tinta se desprende para anotar lo que pienso y siento, desde las lágrimas de mis velas hasta el dolor a causa de mi medicina. En un comienzo me asustaba de lo que veía, pero la rutina lo sana todo, esa rutina que debo desde la mañana y me intoxica en la noche. La primera vez fue espelusnante, al entrar a mi hogar vi aquella lámpara predilecta, la que me obsequio mi hija, esa misma estaba maltratando con sus brazos de cristal a inocentes libros viejos y gastados. Una vez oí una suave voz decir "No es su culpa", creí que quiso justificar el actuar de mi hermoso pero letal artefacto luminoso, sin embargo aquella voz se refería a algo inerte, carente de vida, miré a mi alrededor y lo único muerto que encontré fue a mí mismo. La apaciguable voz tornó a una lluvia de carcajadas y burlas hacia mí, por lo cuál tomé una botella, bebí y me puse a llorar. En un tono paternal, el pequeño objeto como acto de piedad me aconsejo "Si quieres mi compañia no hagas caso a tu conciencia", ante esto reaccione alteradamente y con mucha violencia lanzé a mi consejera exclamando "¡No me engañes maldita bastarda!".
Luego de analizar la situación, comprendí el mensaje de mi difunta fiel compañera, el ser que me había dicho "no es su culpa" y luego me humilló, esa es mi conciencia, ingrata y lejana conciencia. Para aliviar mi dolor decidí intentar establecer una conversación con ésta, sin embargo todos mis llamados fueron fallidos, perdidos en el olvido.
Al término de un prolongado paseo por mi mentre, volví a mi hogar, las velas cantaban, los libros danzaban, relojes volaban y mi pluma saltaba de alegría, todo parecía ser una fiesta, un evento alegre y hermoso, fue en aquél momento cuando mi conciencia se mostró en su máxima expresión, todos desaparecieron, solo quedamos ella y yo, sin decir nada mi rival da media vuelta y se escapa de mí, con gran esfuerzo la sigo pero al llegar al umbral de la razón, me revela gritándome "admite tu realidad", el dolor fue inmenso al ver esa silueta escapar, dolor que aumentó cuando miré a mi alrededor buscando a alguien que aliviase mi angustia pero solo encontré oscuridad, recordé el sabio consejo de mi extinta botella, sin embargo ya era tarde, la conciencia fue mas fuerte, el patético perdedor soy yo.

Arcano
30/Agosto/2005