-Mi querido amigo Amancio- comencé a decir una vez nos sentamos a la mesa- espero que haya pasado usted las vacaciones lo mas agradablemente posible.
-No me quejaré, amigo Corinto, ya me conoce. No soy yo de esos que enseguida encuentran la pega, el fallo y la mácula, ya lo sabe, y le diré mas: no soporto a los que hacen eso. Ese tipo de personas que enseguida se quejan de todo, y nada les satisface, porque siempre conocen ellos algo mejor, merecen mi mas sincero desprecio. Guárdese mucho de ellos, amigo Corinto, recuerde lo que le digo.
-Mi querido Amancio, sabe que siempre guardo hacia sus consejos la estima que se merecen. Y es precisamente por ello que le he citado hoy, en este bar. Quería escuchar la opinión que pudieran merecerle los últimos folios que he escrito en estos días estivales.
-Corinto, Corinto. Le miro y me maravillo de lo afortunado que es usted por tenerme por amigo. Sabe que no solo no me importa instruirle en cualquier tema que usted dude, sino que además disfruto viendo como asciende del fango con cada una de mis palabras. Por supuesto, pediremos unas cervecillas, ¿no le parece?. Y tengo entendido que en este bar sirven unos callos a la madrileña que hacen ver a los sordos. Podríamos pedir un platito para alegrar las cervezas, y no se preocupe, que en este bar puede usted pagar con tarjeta.
-Faltaría mas: mozo, ponga dos cañas y unos callitos.
-Bueno, amigo Corinto, veamos esa historia. Por cierto, camarero, mi cerveza que sea doble, si no le importa.
-Mire, mire, amigo Amancio. Esta historia es una sátira...
-¿Una sátira?, ¿me toma el pelo?, ¿ha escrito usted una sátira?
-Pues... si
-Pero alma de cántaro, ¿en que estaba usted pensando?. Y se habrá usted atrevido además a incluir una moraleja...
-Pues si, tiene moraleja.
-Por Dios, por Dios, rompa eso antes de que cometa un disparate.
-Hombre, amigo Amancio, ya sabe que me gusta siempre que mis historias tengan un mensaje...
-Pues si quiere enviar un mensaje, hágalo por e-mail. ¿Ve usted de que poco sirven mis desvelos?, ¿no ha aprendido nada de todos estos años conmigo?. No moleste a la gente con moralejas. Haga como hacen todos. Está bien incluir un poco de crítica en las historias, pero que sea muy liviana. Procure que se quede en la superficie, y verá como la gente le aplaude. Si ya anda usted tocando las narices con demasiada conciencia, verá que pronto acaba fumando marihuana con todos esos rojillos que infestan los parques. ¿Y que será lo siguiente? ¿tocar los bongos?. Vamos, vamos, amigo mío, no sea lelo. Con critica social no encontrará usted nunca un buen empleo. ¿Cómo va usted a ser feliz con moralejas?.
-Bueno, es que yo siempre he pensado que...
-Mire, amigo Corinto. Le estimo tanto que voy a pedir una ración de morcilla de Burgos y otras dos cervezas, que estos callos no me han llegado ni al hueco de la muela, y así de paso, tenemos tiempo de seguir hablando un poco más.
-Pida si quiere también un poco de pan, y así va usted engañando la morcilla con el pan.
-Que poca delicadeza tiene, Corinto. ¿No sabe usted que el pan es para los pobres y los paletos?. Que los pobres coman pan, lo entiendo, porque no tienen otra cosa, y además no quieren trabajar, pero yo no. Recuerde esto: el pan embrutece al hombre. Pero lo que si que voy a hacer es pedir unas croquetas para alternar con la morcilla. ¿De que le estaba yo hablando?
-Me explicaba que nunca seré feliz con moralejas.
-Y tenia razón. Mire, verá lo que le digo. A la gente le gusta mucho la critica. Sobre todo si es la critica de las costumbres del vecino, no las de uno mismo. Hable todo lo que quiera de lo mal que van las cosas, siempre que no se ponga usted a hacer nada, claro está. Por cierto, ¿qué criticaba usted?.
-Pues precisamente la hipocresía
-¡¡Esto es el colmo!!. ¿Qué tiene usted en contra de la hipocresía?. La hipocresía es una fuente de la que el hombre de bien ha de beber hasta quedar saciado. ¿Usted ha visto que la hipocresía aparezca como pecado capital?. No, ¿verdad?. Porque no lo es. Diga usted lo que quiera, y haga lo que necesite; y no se preocupe, que la hipocresia es como el culo: aunque huela, todos tenemos el nuestro... por cierto, hay una empleada nueva en mi casa que tiene un culito que es una maravilla. La contrató mi mujer, y como no tiene los papeles en regla, yo, cada vez que paso, la manoseo un poco el trasero. Que me diga algo, si se atreve, que la mando a su país de un golpe de ley de Extranjería. ¿De que le estaba hablando?.
-De la hipocresía
-Eso, justamente. Por cierto, cuando pase el camarero, le pide otra cervecilla para mi. Mire, en la cofradía en la que estoy apuntado, ya sabe, la del Cristo de los Poderes Fácticos, hay un amigo que lo explica muy bien. Por cierto, debería usted apuntarse. Yo me apunté porque allí se conoce a mucha gente importante. Tenia que ver los negocios que se cierran alli, mas gordos que los del palco del Bernabeu. Bueno, eso y para ayudar a la gente. Una vez al año, los cacharros que no nos sirve de nada en casa, los ponemos a la venta en un mercadillo, y la gente de la calle los compra. No es que saquemos mucho, pero nos sirve para ponerle unas flores al Santísimo el día de Ramos, y ¿sabe una cosa?: eso da esperanzas a la gente. Y de paso, mantenemos una tradición, que con tanto moro y tanto rojo, al final ya no nos va a quedar nada de verdad nuestro.
-¿Y por que no dan ese dinero a los pobres?
-Pero mire que llega usted a ser inocente, amigo Corinto. Si hiciéramos eso, ¿dónde estaría el respeto humano?. ¿No sabe lo humillante que es para cualquier persona recibir de otro una limosna?. Si entregásemos ese dinero a los pobres, ¿qué favor les estaríamos haciendo?. Aparte de degradarlos como seres humanos, fomentaríamos la dependencia de nosotros, y no es eso lo que queremos. La dependencia es muy mala, mi querido amigo. Así que mejor que nos guardemos nosotros ese dinero. ¿Le parece que pidamos alguna cosilla de postre?.
-Claro, por supuesto. Si quiere, vaya leyendo la historia, y me cuenta.
-Sabe que me encantaría hacerlo, pero no soy yo persona que me guste mucho leer. Además, con lo que me ha dicho usted tengo mas que suficiente. Hágame caso. Escriba cosas normales, que esas hoy en día se venden muy bien. Míreme a mi. ¿A que me ve usted muy feliz?, pues eso mismo debería hacer usted: sea feliz. Es lo que siempre le digo a la gente. Yo creo que la gente sufre porque no es feliz. Asi que les digo: sean ustedes felices, caramba, si no es tan difícil. El mes pasado le compre a mi chico el mayor, el de 16 años, otra moto. La anterior ya la había roto, asi que le compre otra moto, pero esta de 500. Y ahí le tienes al chaval, loco de contento. Y para Navidades le compraré un Quad, a ver si saca los estudios ya de una vez. A mi lo que me gusta es verles felices, y mire que fácil es. Por cierto, ya que hemos terminado los cafeses, me voy a ir yendo, que me espera un amigo para cenar, y para que le explique lo que es la vida. Le dejo con la cuenta amigo Corinto, y ya sabe que me tiene para lo que sea.
-Faltaría mas, amigo Amancio, faltaría mas. Salude de mi parte a su señora.
-Adios amigo, adios
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