Calavera mía, despojo putrefacto,
¿dónde tus gusanos te llevarán triunfantes?
Las agujas de tu tiempo se detienen,
como clavándose en tu blanda materia.

¿Qué fueron de tus días de pasos
gozosos y verdes tan llenos de alegría?
¿Dónde quedó tu alba sonrisa?
Ahí están tus huesos malolientes.

Alma mía, ¿por qué lloras tu partida?
Con tu dolor haces infelices mis restos,
les quitas su gloria, les quitas su vida y
razón de ser: sebo de negros helmintos.

Deberías regresar tranquila a tu matriz.
¿Es que acaso en tu patria no te reclaman?
Andas llorando por el suelo que dejaste
¡Pusilánime espectro infantil! ¡Provocas asco!

Amada mía, tú que en lecho ajeno
extrañas mis días y mis oscuras noches.
deja de invocar mi nombre entrecortado
que al oírte gemir entre llantos

haces insípido mi cuerpo a los gusanos,
provocas a mi alma un dolor inefable;
otra vez vuelves a ser materia falaz,
espectro errante, insulsa existencia.